El Maestro y Margarita, una obra de culto

«A la hora de más calor de una puesta de sol primaveral en 'Los Estanques del Patriarca' aparecieron dos ciudadanos. El primero, de unos cuarenta años, vestido con un traje gris de verano, era pequeño, moreno, bien alimentado y calvo. Tenía en la mano un sombrero aceptable en forma de bollo, y decoraban su cara, cuidadosamente afeitada, un par de gafas extraordinariamente grandes, de montura de concha negra. El otro, un joven ancho de hombros, algo pelirrojo y desgreñado, con una gorra de cuadros echada hacia atrás, vestía camisa de cowboy, un pantalón blanco arrugado como un higo y alpargatas negras. El primero era nada menos que Mijaíl Alexándrovich Berlioz, redactor de una voluminosa revista literaria y presidente de la dirección de una de las más importantes asociaciones moscovitas de literatos, que llevaba el nombre compuesto de MASSOLIT; y el joven que le acompañaba era el poeta Iván Nikoláyevich Ponirev, que escribía con el seudónimo de Desamparado.
Al llegar a la sombra de unos tilos apenas verdes, los escritores se lanzaron hacia una caseta llamativamente pintada donde se leía: 'Cervezas y refrescos'. Ah, sí, es preciso señalar la primera particularidad de esta siniestra tarde de mayo. No había un alma junto a la caseta, ni en todo el bulevar, paralelo a la Málaya Brónnaya. A esa hora, cuando parecía que no había fuerzas ni para respirar, cuando el sol, después de haber caldeado Moscú, se derrumbaba en un vaho seco detrás de la Sadóvaya, nadie pasaba bajo los tilos, nadie se sentaba en un banco: el bulevar estaba desierto.
   — Agua mineral, por favor — pidió Berlioz.
   — No tengo — dijo la mujer de la caseta como ofendida.
   —¿Tiene cerveza? — inquirió Desamparado con voz ronca.
   — La traen para la noche — contestó la mujer.
   —¿Qué tiene? — preguntó Berlioz.
   — Refresco de albaricoque. Pero no está frío — dijo ella.
   — Bueno, sírvalo como esté.
El sucedáneo de albaricoque formó abundante espuma amarilla y el aire empezó a oler a peluquería.»

Así arranca El Maestro y Margarita, esta obra satírica, crítica, divertida, emocionante..., esta obra de culto de Mijaíl Bulgákov. Adelanto ya que es uno de mis libros preferidos y que lo situaría entre los diez títulos que más me gustan. Y es que no se necesita leer más que este fragmento para darse cuenta de que estamos ante un escritor de una habilidad inusual, capaz de hacer maravillosa magia literaria de un argumento tan ridículo como el que, en principio, plantea: Satán aparece en Moscú acompañado de múltiples demonios, entre ellos el gran gato negro Popota, dispuestos a castigar con crueldad la hipocresía y el oportunismo que la burocracia y la miseria humana hacen crecer a raudales. Al mismo tiempo, el lector se encuentra, de súbito, en el Jerusalén del año 33, con un Poncio Pilatos a punto de juzgar —no sin serias cavilaciones y el aporte de una oscura intriga detectivesca— al revolucionario Yoshúa Ga-Nozri (Jesús de Nazareth). Ambas tramas, a milenios de distancia cronológica pero tan cercanas por el genio literario, las presenta, desarrolla, alterna y fusiona Bulgákov con verdadero hilo de oro, desplegando las piezas sobre el tablero de manera absolutamente magistral. Eso tienen los grandes: son capaces de llegarnos y tocarnos y conquistarnos, haciéndonos verosímil lo más disparatado; otros, sin embargo, se mueven en el terreno de lo real y lo posible y —¡pobres!—  no consiguen que los creamos ni de lejos. Si aquellos, además, son capaces de hacernos reir y, lo que es aún más difícil, de que nos riamos de nosotros mismos, el arte de la Literatura está plenamente justificado. Lean El Maestro y Margarita. No me digan luego que no se lo avisé.

En español, a falta de una edición a la altura de la obra, en cartoné y no de bolsillo (esperemos que se subsane pronto), hay disponible la ya clásica edición de Alianza, que podemos encontrar con diferentes cubiertas y formatos, pero siempre con la misma (magnífica) traducción de Amaya Lacasa. También existe una edición cubana publicada por Editorial Arte y Literatura en 2009, con traducción del escritor Julio Travieso. Esta última no la conozco, pero si quieren aventurarse, la reconocerán fácilmente porque más que El Maestro y Margarita parece un libro para la preparación de la Catequesis. En fin, cosas de las editoriales...

Algunos materiales adicionales:
Aquí una interesante reseña y aquí un vídeo con la ferviente recomendación de la obra.

Traducción del fragmento: Amaya Lacasa, Ed. Alianza
Ilustración: Retrato de Mijaíl Bulgákov. Andrey Volkov. 2007

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