Un poquito de kallocaína, por favor

Hace unos días, mi amiga M. me hablaba de este libro, que yo desconocía y al que seguiré la pista. La verdad es que me encanta su portada, con ese aire retrofuturista de mediados del siglo XX. Ambiente grisáceo y frío, aséptico, en el que las personas se convierten en máquinas. Fue Kallocaína —investigo— una de las primeras novelas antiutópicas —es de 1940— y está en la línea de la orwelliana 1984 y de Un mundo feliz, de Huxley. También de Farenheit 451. El título alude a una sustancia química que, inyectada en el cuerpo humano, hace decir la verdad.  De esta forma, la policía y los jueces de ese Estado totalitario en que se desarrolla la trama pueden realizar mejor su trabajo y tener a buen recaudo a quien no se somete a sus dictados, que no son otros que trabajar, procrear y no sentir. Karin Boye, su autora, fue una inquieta escritora sueca. Conoció la Alemania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin. Se suicidó en Grecia con 41 años. Ahora la editorial Gallo Nero rescata su más conocida novela, inédita hasta ahora en nuestro idioma. A algunos —a más que algunos—, un poquito de kallocaína, no les vendría mal.

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