Bye, Ray


Murió Bradbury el pasado 5, pero nos queda su enérgica obra. Sus mejores títulos, los de los años 50, el angustioso y poético Crónicas marcianas, y el distópico y pesadillesco Farenheit 451. Los dos, con memorables comienzos: «Un minuto antes era invierno en Ohio.» y «Era un placer quemar.», respectivamente. Borges lo admiraba («¿Cómo pueden tocarme estas fantasias y de una manera tan íntima?») y así lo dejó escrito («¿Qué ha hecho este hombre de Illinos, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y soledad?»). Escritor autodidacta, fue maestro indiscutible de la ciencia ficción. Trató de la soledad y del tedio, del vértigo y del vacío. Desafió al futuro. También son excelentes El hombre ilustrado, de 1951, y Las doradas manzanas del sol, de 1953. Sería una injusticia, amén de sonrojante, que sus libros no formaran parte de nuestra biblioteca. «Autor de Farenheit 451», reza su epitafio (breve y preciso, como el «Luchó en Maratón», de Esquilo). Humilde, humanista, humano. Un asteroide lleva su nombre. Hasta siempre, Ray.

Imagen: Ray Bradbury en Hollywood, California, 1966

Comentarios

  1. ¡Qué bueno era Ray! las noches de mis quince años estuvieron plagadas de sus historias ¿cuánto de mi afición a la lectura se lo debo a él?, cuando leí eso de "era un placer quemar" se abrieron tantas puertas...

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