La ignorancia disfrazada

«Pues tú tienes siempre un libro en la mano y estás constantemente leyendo, pero no entiendes ni jota de lo que lees; escuchas moviendo las orejas como un burro cuando oye la lira. Porque si el haber adquirido libros fuera señal evidente de que es un hombre culto su propietario, la posesión de ellos sería costosísima, y exclusiva de vosotros, los ricos, dado que sería posible comprarlos en el mercado despreciándonos a nosotros, los pobres.

Así las cosas, ¿quién podría rivalizar acerca de su nivel cultural con comerciantes y libreros, que tienen y venden tantísimos libros? Pues, si quieres corroborar esta opinión, verás que, en lo que a nivel cultural se refiere, no son ellos mucho mejores que tú; antes bien hablan con tosquedad como tú, cerrados de entendederas, como es lógico que sean, gentes que no han podido distinguir lo exquisito de lo vulgar. Y fíjate que tú tienes dos o tres libros que les has comprado, mientras que ellos están noche y día con libros que pasan de mano en mano. ¿Qué provecho sacas comprando, a no ser que pienses que hasta las estanterías son cultas porque contienen tantísimas cantidades de escritos de los antepasados?

Y, ahora, si te parece, contéstame; o mejor, como te va a resultar imposible, afirma o niega moviendo la cabeza a lo que te pregunte. ¿Si alguien que no supiera tocar la flauta comprara las flautas de Timoteo o las de Ismenias, que el propio Ismenias se compró en Corinto por siete talentos, sería por el hecho de comprarlas capaz de tocar o, por el contrario, en nada le aprovecharía el haberlas comprado por no conocer la técnica para poderlas tocar?

Razón llevas al negar con la cabeza. Ni siquiera comprando las flautas de Marsias o de Olimpo sería capaz de tocar sin haber aprendido antes. ¿Y qué, si alguien, no siendo Filoctetes, comprara el arco y las flechas de Heracles con la intención de poder tensarlo y disparar las flechas certeramente? ¿Qué opinión te merece ese hombre? ¿Crees que hará alguna exhibición digna de un arquero? También ahora has hecho bien negando con la cabeza. Precisamente, por eso, el que no sabe pilotar una nave y el que no se ha ejercitado en montar a caballo, si el primero tomara una nave formidable, terminada en sus últimos detalles para ofrecer la mayor belleza y seguridad, o si el segundo comprara un caballo persa o un Centauro, o un caballo de marca, se demostraría, creo yo, que ninguno de los dos sabría qué hacer con ninguna de las dos cosas.

¿Afirmas ahora con la cabeza? Toma nota y asiénteme también a lo que voy a decirte a continuación. Si alguien, como tú, sin cultura, comprara muchos libros, ¿no daría pie a que se burlaran de él a costa de su incultura? ¿Por qué vacilas en asentir también a esto? Ésa, creo, es la prueba más evidente y cada uno de los que lo ve inmediatamente recita en voz alta aquel dicho popular: "¿Qué tiene que ver un perro con una bañera?"»

(Contra un ignorante que compraba muchos libros. Luciano de Samósata. Trad. José Luis Navarro González. Ed. Gredos.)

Imagen: Los arqueros. El coronel Acland y Sydney Señor. Joshua Reynolds, 1770

Comentarios

  1. Desde luego, Jesus, el disfraz es lo que nos han vendido en mucho tiempo, en todo los ámbitos de la vida, auqnue ya empezamos a distinguir lo postizo de lo auténtico. Son muchos palos y a todo se acostmubra uno. El creernos a los enmascarados nos ha traido hasta este panorama social de hoy. Así nos ha ido y los lodos los recogmos ahora. Hora es ya de quitar máscaras.
    De nuevo, un acertado post.
    Saludos,
    PEdro

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