Donaciones y contagios


De mi abuelo Vero: el buen carácter y la serenidad.
Así comienza Marco Aurelio sus Meditaciones
De la reputación y memoria legadas por mis progenitores: el carácter discreto y viril.
Es uno de los arranques literarios más honestos que conozco.
De mi madre: el respeto a los dioses, la generosidad y la abstención no sólo a obrar mal, sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; más todavía, la frugalidad en el régimen de vida y el alejamiento del modo de vivir propio de los ricos.
Una incomparable muestra de gratitud a la vida.
De mi bisabuelo: el no haber frecuentado las escuelas públicas y haberme servido de buenos maestros en casa y el haber comprendido que, para tales fines, es preciso gastar en largueza.
Lo que hemos heredado de nuestros padres, abuelos, tíos.
De mi preceptor: el no haber sido de la facción de los Verdes ni de los Azules, ni partidario de los parmularios ni de los escutarios; el soportar las fatigas y tener pocas necesidades; el trabajo con esfuerzo personal y la abstención de excesivas tareas, y la desfavorable acogida a la calumnia.
Lo que hemos asumido como propio de los más cercanos amigos, también de aquellos que no lo han sido tanto, de los que alguna vez estuvieron ahí e influyeron en nosotros, a veces sin que hayamos sido plena y certeramente conscientes.
De Diogneto: el evitar inútiles ocupaciones; y la desconfianza en lo que cuentan los que hacen prodigios y hechiceros acerca de encantamientos y conjuración de espíritus, y de otras prácticas semejantes...
Lo que somos y cómo somos, lo que debemos a unos y a otros, en una enorme lección de humildad, y de análisis contenido y detenido.
De Rústico: el haber concedido la idea de la necesidad de enderezar y cuidar mi carácter, el no haberme desviado a la emulación sofística, ni escribir tratados teóricos ni recitar discursillos de exhortación ni hacerme pasar por persona ascética o filántropo con vistosos alardes...
Ejercicio de reconocimiento de identidad, de aceptación estoica es lo que hace Marco Aurelio.
De Apolonio: la libertad de criterio y la decisión firme sin vacilaciones ni recursos fortuitos...

¡Cómo me gustaría empezar un libro así!

Si tuviera que elegir un comienzo, hoy, al menos, elegiría éste.

Las Meditaciones, de Marco Aurelio, escrita en griego helenístico en la década de 170, es una de las joyas literarias del legado grecolatino, una obra de una humanidad honesta y descarnada. Hay una magnífica edición en Gredos, con traducción de R. Bach Pellicer.

Imagen: El doble secreto. René Magritte. 1927

Comentarios

  1. Monsieur Barbusse

    Hoy sería muy difícil, casi imposible, dar comienzo a un libro de semejante tenor por culpa de una lastimosa falta de maestros.

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    1. No seas tan derrotista, Bluff, por Dios. Hay grandes maestros, tu Gracq, mi Papini, locos como Bernhard, Juan Goytisolo, Gaddis, Roth, Celan, Pizarnik, Beckett, la lista es infinita y si nos ponemos hasta maestros locales, en mi caso, como Oroza o Julián Ríos. Sólo hay que pensar como un lector del siglo XXV. Quién sabe si dentro de un milenio Cervantes no será el nuevo Homero y Virginia Woolf la nueva Shakespeare. Es todo una cuestión de perspectiva.

      Un abrazo.

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    2. Vicente

      Que Marco Aurelio habla de contemporáneos suyos y casi todos los que tú citas están ya criando malvas.

      Al margen, no se me ocurre la invocación de Julián Rios que puedas realizat, tú que me imagino que sólo tienes que conocer su obra, como no consista en enaltecer su asombrosa facilidad para proporcionar la narcolepsis. Y ¡por cierto, a mí El Libro Negro me encanta. Gog algo menos y ya no he leído nada más de Papini.

      Un abrazo para todos!

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    3. La perspectiva es importante, desde luego. El tiempo decidirá qué se queda como permanente y qué se devanecerá como nube.

      En cuanto a Papini, yo siempre recomiendo sus tres libros de relatos o de pesadillas o de ensueños psicomísticos, o de lo que sea, pero siempre geniales: "Lo trágico cotidiano", "El piloto ciego" y "Palabras y sangre".

      Saludos.

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    4. Me gusta que seas quisquilloso, Bluff. Con carácter, leches. Subo la apuesta y me juego dos fetiches personales como Apuleyo (el gran hit de COU, oh témporas, oh tumores, qué ha sido de la Secundaria) y el gran maestro Aulo Gelio (Noches Áticas, mejor obra erudita de todos los tiempos). Julián Ríos es soporífero de acuerdo, pero no más que los centones de Ausonio, que conste.

      Papini es Dios. De lo único que estoy orgulloso literariamente es de haber leído y comprado casi todo lo traducido de Papini. Os recomiendo la segunda parte de Gog, El libro negro (sale Lorca y todo en una reflexión sobre los toros memorable), Masculinidad (contrafeminismo de cachondeo, obra prohibida por las feminazis en los feminarios a su acólito sectario) y su obra maestra, El juicio universal (también llamada enciclopedia secreta de Borges).

      Yo tengo la suerte de tener todos los ejemplares de Gredos a quinientos metros de casa, en una de las mejores bibliotecas de España; y lo peor, uno de cada cinco elaborados y editados en dicha facultad. Si alguna vez os pasáis por Santiago os recomiendo sus almacenes de libros. Ni catedral, ni licor café, ni leches. Sus bibliotecas.

      Adoro tu Infierno, Barbusse. Me siento como en casa.

      Saludos.

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  2. ¡Es que menuda época! Tenía que ser tremendo leer a un Plutarco o a un Suetonio recién salidos del horno. De todas formas, aunque siempre me han fascinado los siglos I y II, estas Navidades me hecho fan de los siglos IV y V, con Macrobio y Símaco por un lado dándose de tortas con Ambrosio y Prudencio. Es la leche entender el cambio. Y eso es lo que estamos viviendo: el fin de la nueva Roma y el comienzo de la segunda Edad Media. De hecho, es la mar de curioso observar cómo en época de crisis, es decir de cambio, afloran los manierismos. Como para empezar a creer en el Zeitgeist del locode Hegel y todo el rollo patatero del epos.

    Lo de Gredos no tiene nombre. Habría que levantarle un monumento a la editorial, a sus traductores y prologuistas. Leyendo una de sus ediciones aprendes más literatura que cinco años en la facultad.

    Siempre es una satisfacción intercambiar pareceres con lectores salvajes, jeje.

    Un abrazo.

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    1. Totalmente de acuerdo en lo de los siglos: Séneca, Plutarco, Marco Aurelio, Cicerón, Boecio, Tácito, Petronio...

      Y también en lo del monumento a Gredos y de los especialistas que lo hacen posible (un milagro). Y en lo valioso y sustancioso de sus ediciones.

      Gracias por pasarte por el infierno.

      Un abrazo.

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  3. Grandioso Marco Aurelio. Es uno de los autores de mi vida. Un libro importante. Coincido con lo que se ha dicho de Gredos, es una editorial imprescindible (y aquí el calificativo no es ornamental).

    Con los mejores deseos.

    Stefan

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    1. Stefan: el libro de Marco Aurelio es, sin duda, un libro importante, con todo el significado de esta palabra. Para abrirlo al azar y leer todos los días un ratito. Bienvenido y un saludo.

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  4. Al libro de Marco Aurelio llevo mucho tiempo intentando hincarle el diente. Ahora tendrá que esperar, porque acabo de terminar con Heródoto y necesito intoxicarme con un poco de banalidad contemporánea.
    Coincido en los elogios a Papini y a Gredos.
    Me consta que Julián Ríos ha leído mucho.

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    1. No está nada mal Heródoto. Otra lectura fascinante. Entre la verdad y la mentira, entre lo real y lo inventado, entre la historia y el mito. Eso sí, entiendo que después necesites algo con menos calorías... ;)

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  5. Se me hace la boca agua solo de leer tu breve, impetuosa y acertada reseña. Una sed insaciable y avida de comenzar con los grandes clásicos de la literatua griega comienza a aparecer en mi. Cada vez golpea mas y mas fuerte. Tendré que ceder a tus proposiciones y saciar mi sed de una vez.
    Un abrazo desde France.

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    1. Nacho:

      Cede al golpeo de una vez, porque la recompensa (ya verás) es mucho mayor de la que te pudieras imaginar.

      Espero que no estés enterrado entre la nieve y que te hayas comprado un buen plumífero. ;)

      Un abrazo.

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