Notas del Diario de Eneas Barbusse

Naturaleza muerta con limones, naranjas y una rosa (detalle), Zurbarán, 1630 

Optima quaeque dies miseris mortalibus aevi prima fugit. Esta misma mañana leía de nuevo en mi Virgilio aquel verso con el que el poeta habla de lo efímero de los días de luz y azul. Huyen los primeros para los míseros mortales los mejores días de la vida, traduce Ochoa. Solo por descubrir frases como esta merece la pena aprender a leer. Lo demás, lo demás está bien para pasar el rato. Pero esto es otra cosa. Otro color. Otro calor. 

Por la tarde juego al ajedrez con Armand. Me siento bien jugando al ajedrez. Cada vez encuentro más sentido a permanecer callado. La aventura del conocimiento, ¡qué extraña resulta!: cuanto más sabes, más entiendes, pero menos comprendes. Parece un irónico juego de palabras, pero es la pura verdad. Ahora todo el mundo habla, dice cosas, tiene una opinión. Quizá es tan solo miedo al silencio. Pero esa ingente cantidad de ruido inútil e insoportable a mí nada me reporta. Va a terminar siendo cierto eso de que la gente con la mente cerrada siempre tiene la boca abierta. Yo prefiero callar. Callar y jugar al ajedrez. En todo caso, escribir alguna puntual nota en mi diario, como mero ritual contra el hastío, pero poco más.

A veces, como esta noche, echo de menos cosas insólitas y extravagantes. Hoy, por ejemplo, desearía poder abrazar a mi padre, abrazarlo hasta traspasarle el alma, hasta hacernos restallar los huesos, y susurrarle al oído alguna palabra, alguna frase cuyo significado (como un código secreto) solo él y yo conociéramos. Siempre se echa de menos con más ahínco lo que es imposible, lo que ya no puede ser. Miseris mortalibus.

Me voy a la cama con un regusto metálico en la boca. Quizá sea del té de vainilla que me tomé con Armand mientras disputábamos nuestro petit combat de ajedrez. Antes de dormir, un poco de Goethe. "Nunca alcanzarás la gracia del consuelo, mientras no te la dé tu propio corazón". Es un pensamiento para reflexionar, pero ahora me invade el sueño. Apago la luz. Instantes después, la vuelvo a encender y apunto en mi libretita: "Mañana no olvidar regar las plantas".

(Diario de Eneas Barbusse, cuadernillo color ocre, nº 3, entrada del 11 de enero de 1918).  

Comentarios

  1. Precioso texto. Me ha emocionado.

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  2. Gracias por regalarnos obsequios como este.

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  3. Usted como siempre: Sorprendiéndonos. Gracias por su escrito Barbusse, está lleno de música, pero no de cualquier música: música delicada y bella, de esa que te hace estremecer y quieres volver a escuchar.

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  4. Lo peor de ese ruido no es solo que dificulta escuchar, es que impide entenderse.
    Genial entrada.

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  5. Gran texto. Me encanta.

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  6. Magnifico!! Don Sandalio también jugaba al ajedrez en silencio.

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  7. El ajedrez es uno de los vicios más sanos que puedan encontrarse, en eso estamos de acuerdo. Me queda la intriga (que San Google no aclara de quién es el señor E. Barbusse)

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