La verdad de la ficción



Cómo una persona como Cervantes, que sufrió tanto, que lo pasó tan rematadamente mal en la vida, pudo escribir una obra tan serena y tan cordialmente humana como el Quijote es el tema central de este libro. Probablemente, yo creo, la compasión, la verdadera comprensión y aceptación de lo que es la vida, la lucidez, nace siempre de un sufrimiento hondo y pertinaz. De un desencanto. De una negación. 

Lo que es genial en Cervantes (ocurre también con Mozart, por ejemplo, otro que tuvo una vida perra), lo verdaderamente admirable de él es cómo transformó su dolor, su infelicidad y su desilusión en una obra de arte luminosa, balsámica y divertida. Una obra en la que no hay atisbo de rencor o resentimiento. Todo lo contrario: una sabia conformidad (que no conformismo).   

Para William Egginton, el autor de este excelente ensayo que entrevera, con pericia y amenidad, la vida de Cervantes con la de su inmortal personaje, el hombre que inventó la ficción es sin duda el autor del Quijote

"A nuestra cultura le ha costado miles de años de avances técnicos e intelectuales depurar la práctica de la ficción hasta llegar a las manifestaciones que ha asumido hoy en día, y seguramente ese proceso no se detendrá. No obstante, la ficción -gracias a la cual accedemos a mundos y perspectivas diferentes, y también a las emociones que generan, como si fueran nuestras, sin dejar por ello de ser conscientes de que, en realidad, estamos en otra parte- alcanzó su forma actual hace unos cuatrocientos años. Y, aunque se aprovechara de años de sabiduría y de técnicas legadas por escritores y pensadores anteriores a él, el hombre que más que ningún otro transformó y combinó los métodos que hoy se utilizan para concebir ficciones no era un erudito de cuño renacentista, protegido y mantenido por príncipes y libre para dedicarse a una vida entregada al conocimiento. Era, más bien, un soldado, un aventurero, un cautivo y un hombre endeudado que, después de innumerables intentonas y otros tantos fracasos, al final, escribió el libro que había de constituir el modelo para todas las ficciones posteriores". 

La pregunta que se hace Egginton y a la que intenta dar explicación a lo largo de su libro es cómo lo consiguió: 

"¿Cómo lo consiguió? ¿Cómo logró este aventurero y soldado, lisiado por servir a su rey y a su país, que fue capturado y esclavizado en las mazmorras de Argel durante cinco largos años, que regresó a su patria esperando vanamente recibir un puesto digno de su nombre y sus sacrificios, que se vio obligado a recaudar impuestos para un gobierno impopular y que fue demandado y encarcelado en múltiples ocasiones; cómo consiguió este hombre inventar una forma de escribir tan distinta de todo lo anterior y cuya influencia en lo que habría de venir fue tan profunda?"

La modernidad de Cervantes radica en su manera de observar el mundo desde dentro y desde fuera. Desde el yo que somos y el yo que aparentamos. Esa es la gran modernidad de su mirada. Ser consciente -y saber plasmarlo sin aspavientos ni pedanterías- de que todos llevamos nuestra propia máscara, pero a la vez intentamos averiguar qué esconden las de los demás. Y también algo que ha costado siglos entender y que es decisivo en el pensamiento humano moderno: que la realidad única y objetiva no existe. Que cada uno es quien configura su propia realidad. Y que, sea cual sea ésta, ha de vivirse con total intensidad, con todas sus consecuencias.  

A través de la puerta que abrió Cervantes en la literatura, podemos acceder a una verdad diferente a la que transmite la historia, la poesía y la filosofía. Se trata de una verdad completamente distinta, una verdad subjetiva, no por ello menos valiosa. La verdad sobre nosotros mismos y sobre los demás. La verdad de la ficción. 

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