Moby Dick y el arte de la poda


Moby Dick es la historia de una obsesión. Olvidémonos ya de ballenas y de barcas. Es irritante, hasta el picor, ese empeño en venderlo como un libro de aventuras -con la consiguiente frustración del desorientado lector- y, lo que es más urticante, como lectura infantil o juvenil, cuando, en realidad, se trata de un libro de contenido complejo -como la mente humana-, indescifrable, inasible, monstruoso. Melville, con pulso shakespeariano, secuestra la mente del lector hasta hacerle comulgar con las ruedas de molino de su loco protagonista, Ahab. Capítulos breves nos conducen -sin retorno- hacia el fantasmagórico imaginario de un monomaníaco al borde de la destrucción.

Hace no mucho Rosa Montero, en un artículo que pretendía ser una defensa de los textos clásicos, afirmaba que a todas las novelas -subrayaba, entre otras, Moby Dick- les sobran páginas y que mejoran sustantivamente si nos saltamos, sin remordimientos de conciencia, aquellos pasajes, incluso capítulos enteros, que nos aburren o nos resulten plúmbeos, "hasta alcanzar de nuevo" -decía- "una zona más sustanciosa". La escritora madrileña no llegaba a precisar cuantas páginas exactamente le sobran a la obra de Melville -tampoco nos desvelaba si sus propios libros ya salen de imprenta con el desmoche hecho por su mano-, pero sí nos iluminaba con una utilísima fórmula de carácter práctico, al afirmar que "por lo general, cuanto más gordo es el libro, más páginas habría que tirar". Con esta premisa, hay que ser poco lince para percatarse de que al tocho que relata las aventuras de Ahab en busca de su ballena le sobran, a ojo de buen cubero y tirando por lo bajo, unas trescientas o cuatrocientas páginas. (Con el desecho, tal vez alguna editorial avispada pudiera hacer negocio publicando un manual para sadomasos del aburrimiento crónico o una guía de cabecera - cabezada, más bien- para contumaces insomnes. Quién sabe.) 

Con todos los respetos para la antiplúmbea Montero, y puesto que opinar está exento de impuestos, al menos de momento, es mi opinión que su opinión es una opinión un poco inopinada. En realidad, deja entrever no haber entendido nada -pero nada de nada- de esta novela, y sospecho que de alguna más. Vaya por delante que cada uno es libre de hacer con sus libros lo que quiera o pueda (hay quien los empieza por el final, otros que abandonan su lectura a la primera señal de estragamiento literario, y otros que, aunque bostezen como marmotas desde las primeras páginas, luchan denodadamente, entre ronquido y bostezo, por acabarlos. Ahora bien, una cosa es el modo de empleo particular y subjetivo, la intimidad que uno alcance con unas páginas impresas, y otra intentar confundir todo y a todos.

No digo yo que un tijeretazo bibliográfico pudiera ser perfeccionador y embellecedor de algunas obras, pero no es el caso que nos ocupa. Y es que las digresiones, citas, alusiones, descripciones referencias y extractos que acompañan y se imbrican (a la perfección, por cierto) en Moby Dick, son elementos que están ahí, no porque a Melville le diera el volunto de rellenar compulsivamente páginas y páginas una tarde de desmelene mental transitorio, mientras se fumaba plácidamente un canuto de adormidera salvaje (no cultivada, quiero decir) en el jardín de su casa de Pittsfield, Massachussets, sino porque, como creador -como Autor, con mayúsculas-, consideró que todo eso tenía que estar en su obra, que eran ingredientes necesarios (ne ce sa ri os) para alcanzar el objetivo que perseguía, que no es otro que el de transferirnos a nosotros, lectores, la obsesión que atenaza a Ahab, que le perturba, que le enferma. Todo contribuye a una: hacer que la obsesión del capitán se convierta en obsesionante para el lector. Hacer de su obsesión nuestra obsesión. Difícil reto, ¿verdad? Y, sin embargo, lo logra. ¡Vaya si lo logra! Y lo logra así, de esa manera, con dichas premisas, y no con la pretendida y ansiada poda de la que hace apología Rosa 'Manostijeras' Montero. Quitémosle también, ya puestos, los aburridos trinos y mordentes a las Variaciones Goldberg de Bach, o el monótono blanco y negro a la hitchcockniana Psicosis, o los pesados hierros y soldaduras a la Torre Eiffel. Empiezo a creer, como Dantzing, que no solo hay libros que no están al alcance de algunos lectores, sino también lectores que no están a la altura de determinados libros.

Quienes no hayan leído aún Moby Dick son altamente afortunados, porque tienen por delante un placer intenso y refinado. Ahora que Valdemar ha publicado una nueva edición de la obra en español, que aspira a ser la definitiva, y que incluye las cerca de trescientas impresionantes ilustraciones que Rockwell Kent hizo para la histórica edición americana de 1930, puede ser buen momento para acercarse a este texto monumental, a este hito de la imaginación del siglo XIX. Y hágame un favor, cuando lo haga -si lo hace-, anote cuántas páginas se ha saltado. Quizá, entre todos los lectores, pudiéramos hallar una media exacta para conocimiento de futuras generaciones.

Imágenes: Ilustración de Rockwell Kent para la edición de The Lakeside Press de Chicago, 1930; y Cubierta de la edición de Valdemar.

Comentarios

  1. Sin las maravillosas disgresiones sobre los cetaceos, Moby Dick sería una novela más y no la gran obra maestra que es. A mi particularmente no me sobra ni una pagina de las disgresiones de Melville, ni de Moby Dick en su totalidad, sin embargo me sobran todas las que pueda torpemente emborronar Rosa Montero. Obviamente, no quiero que nadie piense que con este comentario estoy comparando a Melville con Rosa MOntero.

    Saludos

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  2. Exacto, Ramón, maravillosas disgresiones...

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  3. Qué razón llevas, Jesús! Hay lectores que no están a la altura de determinados libros, y se permiten encima ser "recomendadores" literarios. Y que otros sigamos sus prácticas y sus más que dudosos gustos.
    Enhorabuena por el texto.
    Saludos.
    Carmen P. Villalta.

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  4. Melville, aun siendo quizás el mejor novelista que ha dado Estados Unidos, era un escritor de "fórmula", que utilizaba la digresión como recurso para llenar páginas y páginas y poder darles a sus libros esa supuesta “profundidad” y (sobre todo) extensión que exigía el mercado literario en su época. ¿Habéis leído otras novelas de este autor que no sean "Moby Dick"? Todas las que van desde "Taipi" (1846) hasta "Moby Dick" (1851) siguen más o menos el mismo esquema: 30% desarrollo/acción-70% digresión didáctica enciclopédica. Escritores posteriores, como por ejemplo el hiper-erudito Borges, aprendieron bien a emular este modelo de escritura un poquito pedante y de “corta-y-pega”.

    Vaya por delante que me gusta Melville y que me parece indiscutiblemente uno de los grandes escritores norteamericanos del XIX, pero las críticas a su prosa y a su estilo literario están bien fundamentadas, creo yo. No en vano llevan repitiéndose desde el momento de la publicación original de sus libros (que ya ha llovido...). Y es que cuando el río suena...

    Saludos.

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  5. Gracias por tu estupenda aportación, Stranger.

    De todas maneras, yo como lector me asomo a Moby Dick sin necesidad de saber el método de confección. Valoro la obra como tal obra, en sí misma, como producto artístico, aislada de documentación sobre la misma. Y desde se punto de vista es una obra perfecta.

    Si abusó de tal método es otro asunto, con el cual podría estar bastante de acuerdo.

    Lo dicho, bienvenido, y un cordial saludo.

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    1. Si podéis leer en inglés y os interesa seguir profundizando en el tema, os recomiendo la página http://www.melville.org/ , en la cual podréis encontrar reseñas de la época acerca del trabajo de Mr. Melville. Los críticos literarios de su tiempo le dieron bastante caña y, dependiendo del punto de vista de cada cual, las críticas ahí vertidas pueden seguir siendo válidas, o no...

      Un saludo.

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    2. Gracias de nuevo. Le dedicaremos un rato, parece muy interesante.
      Un saludo.

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  6. Frivolidad. Esa misma autora que recomienda la inmisericorde poda de Moby Dick y d elo que se le ponga por delante, a esa misma, la recuerdo defendiendo los géneros 'híbridos' como se dice ahora que mezclan ficción, autoficción y ensayo ¿Disgresiones tal vez?

    P.D.- Este tardío comentario viene de un tinerario casual -si es que la casualidad y no la causalidad existe, lo que niega la física cuántica- desde su última entrada sobre la Bovary que leí hace poco (la entrada y la novela de Flaubert). Curiosamente, ¿casualmente? este verano estaba releyendo la de Melville...

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  7. Jajaja, así es Lansky. Hay casualidades que ya ves, son afinidades temporalmente simultáneas.
    En cuanto a Montero, bueno, corramos un estúpido velo.
    Saludos.

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  8. Recién acabo de ver este post entre las entradas más populares de tu bitácora, y como "Moby Dick" es uno de mis libros de cabecera (libro-lenitivo, libro para noches donde pernocta la culpa y la obsesión, libro para ser más sabio o, si no tanto, armarse de una mirada particular hacia el mundo) no he podido resistirme a leerla. El resultado, como siempre en tu blog, ha sido magnífico. Es una verdad irrefutable que hay lectores que no están a la altura de algunos libros, y además me tomo la licencia de añadir que "Moby Dick" tiene el más hermoso de los inicios de una novela que puedan darse en la historia de la literatura. No se puede desbrozar: es un bloque único.

    Fabulosa entrada, saludos.

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    1. Gracias, Raúl, veo que eres un lector muy inteligente. Ya lo sabía, pero ahora lo confirmo. La prueba es que adoras Moby Dick. Enhorabuena por tu gusto.

      Un saludo.

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  9. MARAVILLOSO artículo Sr. Barbusse!

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