Lectura guiada de 'Amor y pedagogía'
Ilustración de Pablo Auladell para Amor y pedagogía (ed. Vicens Vives) |
Don Avito Carrascal, un fanático de la ciencia positivista y de la pedagogía sociológica, decide crear un genio y pone en práctica sus desatinadas teorías en su hijo Apolodoro. Pero el ciego radicalismo de Carrascal no conseguirá otra cosa que convertir al muchacho en una víctima desgraciada de su disparatado proyecto, pues, a pesar de lo que cree don Avito, la ciencia y la pedagogía auténticas no pueden ser ajenas al corazón y al instinto.
En Amor y pedagogía, Unamuno traza una caricatura burlesca de la ciencia y la pedagogía mal entendidas, pero, entre bromas y veras, nos enfrenta también a los temas que más le obsesionaron: la angustia existencial del ser humano ante la muerte, el conflicto entre la razón y la fe religiosa, el afán de trascendencia y la congoja por la falta de libertad del individuo que se busca a sí mismo. Al tiempo, el autor innova la técnica narrativa e inicia con esta obra lo que más tarde llamó con cierta sorna nivola, la más original aportación de Miguel de Unamuno a la moderna literatura de experimentación y de ideas.
Divertidísima, de una frescura apabullante y escrita en una prosa enérgica e impecable, Amor y pedagogía nos advierte sobre los riesgos de basar nuestra verdad en la razón, entendiendo la vida solo desde esa óptica y descuidando aquello que nos hace verdadera e inconfundiblemente humanos: nuestros afectos. Un libro que debería ser leído por todos los padres. Y por todos los hijos.
ACTIVIDADES
A) Contesta las preguntas que se formulan en la guía de lectura (disponible para descargar hasta el 15 de noviembre) y envía tus respuestas al mail elinfiernodebarbusse@gmail.com.
B) Comparte tu opinión (usando la herramienta "responder" que figura debajo de cada uno de los comentarios que sirven de cabecera) acerca de alguna o todas de las siguientes cuestiones de debate:
La fecha tope tanto para la entrega de la guía como para la realización de comentarios es el domingo día 15 de noviembre (algunos participantes han tenido problemas para conseguir ejemplares de la obra o sus peticiones de compra se han demorado más de lo previsto, por lo que se ha decidido ampliar el plazo de presentación de actividades, inicialmente fijado en el día 11).
MATERIALES DE APOYO
Se ofrecen aquí, para el lector interesado, dos textos introductorios a la novela. Estos materiales no son necesarios para hacer las actividades, pero sí recomendables como documentos de lectura y reflexión previa a la realización de las mismas.
Introducción a la obra, por Julia Barella (Ed. Alianza)
Introducción a la obra, por Manuel Otero (Ed. Vicens Vives)
Participa y podrás ganar uno de los 3 lotes de libros de la narrativa completa de Unamuno, en la magnífica edición de Biblioteca Castro, que se sortearán el día 29 de noviembre. Toda la información aquí.
ACTIVIDADES
A) Contesta las preguntas que se formulan en la guía de lectura (disponible para descargar hasta el 15 de noviembre) y envía tus respuestas al mail elinfiernodebarbusse@gmail.com.
B) Comparte tu opinión (usando la herramienta "responder" que figura debajo de cada uno de los comentarios que sirven de cabecera) acerca de alguna o todas de las siguientes cuestiones de debate:
1. ¿Crees que somos lo que nuestros padres han hecho de nosotros? ¿Hasta qué punto estamos determinados por la educación que recibimos?
2. ¿Hay muchos don Avitos hoy en nuestra sociedad? Y, en consecuencia, ¿muchos Apolodoros?
3. ¿Cómo interpretas el final de la obra? ¿Realmente el amor ha vencido?
4. Indica el fragmento o pasaje de la novela que te ha parecido más divertido.
La fecha tope tanto para la entrega de la guía como para la realización de comentarios es el domingo día 15 de noviembre (algunos participantes han tenido problemas para conseguir ejemplares de la obra o sus peticiones de compra se han demorado más de lo previsto, por lo que se ha decidido ampliar el plazo de presentación de actividades, inicialmente fijado en el día 11).
MATERIALES DE APOYO
Se ofrecen aquí, para el lector interesado, dos textos introductorios a la novela. Estos materiales no son necesarios para hacer las actividades, pero sí recomendables como documentos de lectura y reflexión previa a la realización de las mismas.
Introducción a la obra, por Julia Barella (Ed. Alianza)
Introducción a la obra, por Manuel Otero (Ed. Vicens Vives)
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¿Crees que somos lo que nuestros padres han hecho de nosotros? ¿Hasta qué punto estamos determinados por la educación que recibimos?
ResponderEliminarComo dicen los psicólogos y neruropsiquiatras, la personalidad está definida completamente ya a los 8 años de edad. Así que en el resultado final de un hijo los padres tienen mucho que ver. Es cierto que luego se moldea, con los amigos, con las circunstancias, con la formación, pero el esquema mental es mitad de genes y mitad de educación o ambiente familiar. Como dice un amigo mío: si quieres saber qué futuro adulto va a ser un niño, fíjate en los padres. Y esto funciona también al revés: mira al niño para saber cómo son los padres. Por eso la educación es tan importante, y esta es fundamentalmente la que se recibe en casa. La de la escuela, modela, informa, forma, pero no educa. Creo.
EliminarBueno, pero también es cierto que hay padres que no dan una educación adecuada y la escuela se encarga de reformarlos, de encaminarlos. No creo que sea la familia la única fuente que nos moldea, porque eso sería negar la libertad individual. Fíjense que el mismo Apolodoro se deja influir por don Fulgencio, también por algunos otros conocidos que le rodean. De hecho eso es lo que le hace tener ese conflicto interior que le lleva a no entender el mundo y al suicidio.
EliminarCreo que en gran medida sí, nuestra educación familiar determina las personas que llegamos a ser. Cuando somos pequeños cachorros actuamos como cualquier animalillo: siguiendo y buscando improntas que imitar, de ahí que el ejemplo más que las intenciones o las palabras sea lo determinante. Luego ya empieza a ser todo un poco más complicado pero el poso está ahí, quedó forjado.
EliminarAunque al final la vida resultará más larga de lo que parecía en un principio y las experiencias o el carácter puedan acabar por modificar todo esto. Imagino que todos conocemos alguna excepción a lo anterior, ¿no?
Lara
A la primera cuestión, contestaría que no, pero no de una forma rotunda, ya que cada ser humano tiene su propia impronta o naturaleza y que luego esta se va moldeando con las experiencias de la vida. Si se contestara que si, seríamos al fin y al cabo Apolodoros, sin posibilidad de forjarnos a nosotros mismos. En este sentido estoy muy de acuerdo con Malena. En cuanto a la segunda pregunta, creo que la educación recibida influye en nosotros, pero no de una manera determinante, pues esta se puede ver alterada en un momento determinado por factores externos que tienen más fuerza, puede darse un "click" positivo o un "click" negativo en la misma, bien sea por los amigos, por el colegio, por la diferente educación que se puede recibir en una sociedad donde la familia se encuentra en muchos casos desestructurada (educación de la madre, del padre, de los abuelos). Por otra parte no estoy de acuerdo con Cordelio en su última afirmación "si quieres saber qué futuro adulto va a ser un niño fíjate en los padres y al revés", y no estoy de acuerdo porque creo que no es así siempre, cuantas veces no vemos un niño y nos preguntamos cómo puede ser así con esos padres que tiene, tanto en el sentido negativo como positivo. Vamos, que conozco chicos magníficos con unos padres impresentables y unos hijos penosos con unos padres excelentes. En fin.... complicado no lo pone Barbusse.
EliminarUn saludo a todos
Vaya dos preguntitas para empezar!!!!. No es fácil responder, no hay respuestas concretas. Parte de lo que somos viene en nuestros genes, heredados de nuestros padres, nuestros abuelos, bisabuelos....., toda una cadena, parte viene de la educación recibida por nuestros padres, y hoy en día de los abuelos en el caso de muchos niños y finalmente de nuestro entorno, colegio, amigos, "enemigos"...... Batimos todo esto y voilá, somos lo que somos. ¿Hasta que punto pesa más una parte que otra?, pues creo que hay personas para todos los gustos y que en cada uno de nosotros, existiendo los tres factores, emergerá una más que otra. Así que, respondiendo a la primera pregunta, no, no creo que seamos sólo lo que nuestros padres han hecho de nosotros y en cuanto a la segunda, sí que estamos determinados por la educación que recibimos, pero no sólo porque una determinada educación recibida de nuestros padres nos marque definitivamente, en algunas personas sí, pero en otras, unida a la educación proveniente de otras fuentes y a la experiencia, al crecer, vamos siendo capaces de discernir y conservamos y adquirimos formas de pensamiento y de ser. Me gusta pensar que podemos madurar y cambiar, a mejor, se entiende, continuamente.
EliminarEn fin, no sé, muy complicado!!
No se puede reducir la responsabilidad a los padres, sobre todo en una generación como la nuestra, en que muchos hemos convivido con abuelos, tíos y demás familia, además de las relaciones vecinales, con compañeros de escuela, por lo que la educación se va formando en base a muchos factores. Bien es cierto que hay padres con tanta personalidad que influyen decisivamente en los hijos. Hablo de mi generación, pues en generaciones posteriores el bombardeo externo es tan masivo que veo difícil que los padres eduquen a sus hijos en sus propias convicciones.
EliminarSin duda, está claro que, como dice una frase que figura en los azucarillos del café: "Tener un hijo no te convierte en padre, lo mismo que tener un piano no te convierte en pianista." Afortunadamente, hay muchos factores que pueden influir y modelar a una persona. También echarla a perder, todo hay que decirlo.
EliminarOpino que sí en parte. Pero hay otros muchos factores. Desde luego, es lo primero que percibimos.
EliminarLa educación que recibimos influye mucho. A veces al revés. Yo misma tengo guardado un test vergonzoso, según el cual, las matemáticas, la física y la química "no son lo mío"... En fin.... Si hacen una primitiva,no aciertan ni un número.
Como ya han planteado otros comentarios creo que cabe un término medio. Nacemos con un bagaje genético que nos condiciona hasta cierto punto y el ambiente acaba de definirnos, eso no significa negar la libertad individual, pero creo que es mejor hablar de “libertad condicionada”.
EliminarHay multitud de factores que intervienen en forjar el individuo que seremos y dentro de ellos nuestros padres, cuya influencia combina la herencia con la educación (¿no acaban pareciéndose muchos hijos a sus padres, aunque hayan vivido separados de ellos o no los conocieran en vida?). Así que opino que los padres pueden modelar, condicionar e influir en muchos aspectos de sus hijos, especialmente en el terreno emocional. Por poner un ejemplo, hoy día se habla del “síndrome del emperador” o del “niño tirano”: son niños que (aparte de que puedan tener cierta predisposición natural y las características de la sociedad y sistema económico en el que vivimos), han recibido una educación tan permisiva que no toleran la frustración y carecen de empatía hacia sus padres, a los que no quieren y con los que se comportan de forma agresiva y despótica. En el otro extremo, está demostrado que la sobreprotección puede hacer de nuestros hijos seres inseguros: creo que un ejemplo es el pobre Apolodoro, débil e incapaz de desenvolverse en situaciones normales.
Sin ser muy determinista sí que es cierto que, en gran medida, somos en cierto modo lo que nuestro entorno, comenzando por nuestro padres, claro, han hecho por (con) nosotros. Pero también es cierto que ya venimos con ciertos caracteres marcados desde nuestra más lejana infancia.
Eliminar¿Hay muchos don Avitos hoy en nuestra sociedad? Y, en consecuencia, ¿muchos Apolodoros?
ResponderEliminarHay miles de Don Avitos y Avitas (jajaj) y como consecuencia miles y miles de Apolodoros, eso es una realidad. Me encuentro cercano al ámbito escolar, y durante la lectura de amor y pedagogía comentaba con mi mujer diversos pasajes de la obra y la contestación era clara y rotunda. "pues de esos recibo yo todos los día 4 ó 5 y las llamadas de teléfono al centro educativo son constantes de esos Don Avitos que me describes". Pero en realidad, son unos fracasados, porque una cosa es el camino de la razón, o sin razón que ellos siguen y otra muy distinta la realidad del camino que los hijos toman".
EliminarYo estoy, en parte, con Antonio Luis, el afán de que los hijos sean unos lumbreras en todo y la ansiedad por que el niño acuda y destaque en decenas de actividades variadas e inconexas, además, es ciertamente desmedido. Una cosa es mostrarle a los hijos distintos camino y darle la opción a abrir puertas (siempre según sus inclinaciones y gustos) y otra es la obsesión por que el niño pierde oportunidades y posibilidades de ser el mejor. Creo que vamos hacia una socidedad hiperespecializada que descuida los valores más fundamentales. No tuvo mal tino Unamuno en plantear esta sátira, que se está cumpliendo en cierto modo con el tiempo.
EliminarEs que acertó de pleno vamos¡¡
EliminarTenemos niños y niñas que desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche no paran de hacer actividades (colegio, inglés, deberes, música, judo, ballet, teatro...), y por otra parte se les descuida en cuanto a su tiempo de ocio y a su relación con los demas: no debemos olvidar el consabido tiempo que se le dedica al móvil y a las redes sociales. Se les está inculcando información pero no conocimiento. Es una sociedad que va en picado a la pérdida de los valores humanos fundamentales, y a un acusado aislamiento social, pese a la cercanía que posibilitan las tecnologías. Sobre esto ya avisó también, más recientemente, el malogrado David Foster Wallace.
EliminarSi esto es cierto lo que dices Mildred, pero creo que es más bien para "quitarselos de encima durante unas horas más", que para educarlos bajo los criterios de la pedagogía, porque los Avitos de hoy no tienen pedagogía ni nada, que es lo peor
EliminarCreo que siempre los ha habido y casi con toda seguridad los seguirá habiendo. Soy de la opinión de que nada cambia en exceso a pesar de que ahora existan otros hábitos o los chavales o sus padres dispongan de herramientas diferentes, ni panaceas como los más entusiastas de la tecnología aseguran ni tampoco artefactos demoniacos y alienantes, no más que otros anteriores, en cualquier caso.
EliminarCretinos los ha habido siempre aunque fueran bien intencionados como Don Avito y el resto... en general me temo que cada cual hace lo que puede aunque no siempre se acierte. Educar no es ni de lejos una tarea sencilla y nadie viene con manual. Ya nos gustaría, ya.
Nadie es feliz en su tiempo (¿fue Borges quien lo aseguró?) así que me resisto a condenar el mío con exceso de celo.
Lara
Estoy totalmente de acuerdo con vosotros. Existen muchos Don Avitos y por tanto Apolodoros. Yo no soy profesora, pero tengo muchos amigos que sí lo son y todos coinciden en que lo que peor llevan son los padres, los padres y madre Don/Doñas Avito. Conozco a muchos padres obsesionados por las notas de sus hijos, todo lo que sea sacar menos de notable es un fracaso y apuntan a sus hijos en academias, profesores particulares y los envían al extranjero en verano, etc. ¡Se acabaron esos veranos de tres meses en los que los niños nos dedicábamos a ser eso, niños!. Existen muchos padres que proyectan sus fracasos sobre sus hijos con la excusa de que hacen todo lo que pueden para que sus hijos sean mejores que ellos y no los escuchan, ni les dejan espacio para que sepan quienes son o que quieren. La historia se repite una y otra vez.
EliminarPerdón por la frivolidad, pero... ¿Habéis estado en alguna vez en un partidillo de fútbol de críos? Es uno de los espectáculos de padres más bochornoso que puede verse hoy en día. Y esto puede llevarse también al plano académico: una cosa es la participación de los padres en la vida escolar, (colegio, institutos, conservatorios, academias) y otra es la propensión de los don Avitos de turno de intentar enseñar a los docentes lo que ellos (los Avitos) harían y lo que los profesores o preceptores debían hacer.
EliminarFernando, lo podías decir más alto pero no más claro. Totalmente de acuerdo.
EliminarAbsolutamente de acuerdo, Fernando.
EliminarYo creo que sí, y cada vez más. Se busca en los hijos que destaquen en todo y que sean unos "genios".En deportes, música,etc... No hay nada más que poner la tele y ver que casi no falta uno en los concursos en los que buscan jóvenes talentos para la canción. Se busca que sean niños prodigio. Y alguno habrá, no digo que no. Pero la mayoría son normalitos.
EliminarCoincido con los comentarios anteriores. Vivimos en una sociedad obsesionada con el éxito y donde la idea de la “tabula rasa”, que al fin y al cabo fue uno de los ejes de la pedagogía LOGSE, ha calado hasta el tuétano. El genio en gran parte nace y es una “rara avis”, pero la mayoría de los padres aspiran a la excelencia. Leí no hace poco un caso surrealista de unos padres enfrentados a las autoridades educativas para que a su hijo le fuera reconocida la sobredotación intelectual. Pleitos, juicios, declaraciones y el pobre niño con una depresión de caballo.
EliminarEn defensa de aquellos don Avitos (y cómo padre de dos niños pequeños, quizá no esté libre de serlo algún día), hay que decir la presión del medio es desmesurada y la falta de oportunidades, el desempleo, en fin, lo negro del panorama, hace que muchos padres quieran (queramos o aspiremos) formar a sus hijos lo mejor posible, para que puedan bregar en la vida y salir adelante, porque somos conscientes de que lo van a tener muy difícil y es probable que nunca disfruten de nuestro nivel de vida.
Sí, Gerardo, nadie está libre de "avitolizarse", eso está claro, aunque sea de manera inconsciente. Lo importante es no ahogarles el instinto, la humanidad y -¿por qué no?- los errores. Los van a tener. Dejémosles que se equivoquen. Solo así se aprende.
EliminarLamentablemente sí. Mi mujer, que es profesora de instituto, me dice siempre que lo peor de su trabajo es, con diferencia, las tutorías con los padres de los pequeños “genios”.
Eliminar¿Cómo interpretas el final de la obra? ¿Realmente el amor ha vencido?
ResponderEliminarEn absoluto, ante el hecho trágico del suicidio de Apolodoro, ante esa tragedia (descrita, por cierto, maravillosamente por Unamuno), Avito se vuelve un poco más humano (de ahí el abrazo de Marina, tierno y maternal, sabio, en definitiva), pero es algo que intuyo pasajero. Así nos lo hace ver el propio Unamuno en el epílogo cuando nos dice que don Avito está planeando volver a las andadas con su futuro nieto y usar con él un método "en toda su pureza" para hacerle, ahora sí, un verdadero genio. Ante la adversidad los humanos se vuelven más humanos, pero olvidan pronto y siguen con sus obsesiones y su manera de ser y entender la vida.
EliminarSi vence el amor, pero es quizás más bien un amor maternal, no en vano en la última escena Marina llama a su marido ¡hijo mio! y don Avito le responde llamándola "madre", no porque se suicide Apolodoro podemos llegar a la tajante conclusión de que el amor ha fracasado. De hecho Marina, a lo largo de la novela, en ningún momento le reprocha nada a Don Avito a pesar de los dislates que este comete con Apolodoro, el trato que le dispensa a la hija y a la propia Marina.
EliminarSí, pero es que es ambigüo (deliberadamente, creo yo, por parte de Unamuno).
EliminarEsa victoria del amor puede interpretarse de dos maneras: el amor contra el que tanto luchó don Avito para que no se interpusiera en su camino hacia la configuración del genio, ha vencido, efectivamente, porque la razón ha sido derrotada con el suicidio de Apolodoro. Recordemos que Apolodoro se mata por amor (o por no encontrar su vía para canalizar ese amor; porque no le han enseñado cómo amar, mejor dicho).
Y otra manera de interpretarlo es que el amor que ha vencido es el que nunca existió -o estuvo apagado o reprimido- entre Avito y Marina, y es ahora, con esa terrible tragedia, cuando aflora, cuando se hace patente, se carnaliza.
De cualquier forma, sea como sea, el libro es una obra de arte.
Saludos.
Ante la visión del cuerpo sin vida de Apolodoro, que cuelga "como una longaniza", don Avito se muestra inequívocamente humano. Así lo reconoce Marina (para mí el más entrañable de los personajes de la novela) que abraza compasivamente a su marido, al que ve con la impotencia y la vulnerabilidad de un hijo.
EliminarEl amor vence a Apolodoro frente a la razón y a la pedagogía. Sin embargo, el amor que Marina da a su hijo, a Luis, tal como ella le llama, fracasa.
EliminarVoy a ser un poco negativa en esto, creo. Al final el amor no vence, para nada, todos pierden. La pedagogía y la ciencia pierden, la muerte no era su finalidad, el amor pierde, Apolodoro pierde a Clarita y Marina pierde a su hija y pierde a su hijo Apolodoro, su ¡Luis!. Hay un instante, un pequeño instante en el que Don Avito muestra su dolor por la muerte de Apolodoro, un instante en el que vence el amor de Don Avito por él y el amor de Marina por su marido, pero es sólo un instante. Como indica Santi, el propio Unamuno nos cuenta después en el epílogo como Don Avito planea hacerlo mejor con su nieto y vuelta a empezar, estamos como al principio. ¿Quién ha ganado?, nadie.
EliminarEl final de la obra es deliberadamente ambigüo, como estamos viendo por la variedad de opiniones que se están comentando. Lo más importante en este final es la revelación de algo que ya se intuye en el transcurso de la obra y que es un tema o letimotiv recurrente en la producción unamuniana: el tema de la mujer-madre, que representa, en este caso, el personaje de Marina. Ante la debilidad de Avito en el momento en que ve a su hijo muerto, Marina se revela como la madre tierna, compasiva, comprensiva.
EliminarEsta figura de la mujer-madre (esposa resignada y pasiva, pero tierna y compasiva como una madre) aparecerá también en "Abel Sánchez", como veremos más adelante. Se trata de un trasunto de la propia vida de Unamuno, su propio matrimonio con Concha Lizárraga tuvo ese cariz. Dicen que muchas mujeres ven a sus maridos como niños grandes. Y que muchos maridos buscan casarse con una segunda madre. En el caso de Unamuno y Concha fue así y él lo plasmó (toda la obra de Unamuno es autobiográfica) en muchas de sus obras.
Marina simboliza la madre naturaleza, el instinto, la anti-razón, el origen de todo, de ahí su nombre (proviene de "mar"). Marina es la antítesis del cientifismo, ella transmite otros valores, los que Unamuno calificaba como la "tradición eterna", es decir, aquellos valores que se transmiten de padres a hijos y constituyen la base de todo progreso, son permanentes, nunca desaparecerán, ni deben desaparecer. Marina es la ternura y el cariño espontáneo, representa la inconsciencia (de ahí que siempre Unamuno la asocie al sueño) respecto a los problemas intelectuales que afrontan los seres humanos.
Aquí, en este final maravilloso, el amor vence, claro que sí. En este momento trágico, donde la vida se revela en toda su cruel verdad, no nos sirven racionalismos, ni pedagogías, nos dejamos llevar por el colchón de los afectos. Y así lo hace don Avito, pobre diablo. Aunque solo sea por un momento.
Pienso que el amor se va imponiendo a lo largo de la trama, desde el propio cambio de elección de la madre para el "experimento" hasta el amor que despierta don Avito en la desgracia. Aunque el amor tiene variantes.
EliminarAl principio parece que sí... Pero después da la sensación de que Alvito va a repetir con el nieto... No lo tengo yo tan claro que sí.
EliminarYa se ha comentado la ambigüedad del final. Triunfa el amor en el sentido de que don Avito se desprende de la coraza racional y busca refugio en el regazo de su mujer, a la que busca en una especie de reflejo primordial como si fuera su madre. Pero en el epílogo se insinúa que vuelve a las andadas con su nieto (a escondidas de su mujer), por lo que la tragedia no deja huella perdurable ni cambia su manera sectaria de concebir la educación.
EliminarHubiera sido interesante que Unamuno nos contara más cosas sobre sus personajes en el epílogo (parece que ya no le interesan, una vez contado lo que quería contar, crítica que por otro lado se hace así mismo en el prólogo). Me intriga saber cómo vivieron los momentos posteriores a la muerte de Apolodoro, especialmente don Avito: ¿qué le diría su “demonio interior”? Me imagino la terrible lucha que tendría lugar y las conversaciones con don Fulgencio, ¿de qué modo son aplastados esos brotes de “materia” o “instintos” que había hecho nacer la tragedia de perder a su único hijo y el amor revivido por su mujer?
El amor maternal triunfa sí, pero el amor de Marina y don Avito pierde su fruto por lo que creo que fracasa. La frialdad de don Avito ante la muerte de la hija y la reacción casi animal de la madre me ha puesto los pelos de punta y me cuesta admitir que triunfe el amor en esta novela, en el fondo tan trágica como satírica.
Es muy de Unamuno, Gerardo, dejar que el lector complete el libro. No dárselo todo mascado, cerrado. Solo el lector hace revivir a esos personajes Y solo el lector -cada uno de los lectores- puede imaginar un cierre, una continuación.
EliminarY es verdad, la obra es tragedia y comedia. Ambas, mezcladas. Como la vida misma.
Ha vencido en tanto hay un punto de luz final que hace que don Avito viaje a la semilla (para entendernos). Es como el final del Tenorio, vamos; después de todas las tropelías del personaje viene una redención “demasiado” fulminante y, por tanto, demasiado sospechosa; sobre todo tratándose de una obra de Unamuno.
EliminarSí que es sospechosa, Marcos, y buena coletilla lo de "sobre todo tratándose de una obra de Unamuno".
EliminarEn "Niebla" (1914), podemos encontrar más pistas sobre la "redención" de don Avito, ya que en esta nivola, su protagonista, Augusto Pérez, se encuentra fugazmente con nuestro pedadogo y mantiene una breve conversación con él. Allí, el padre y abuelo de los aspirantes a genios le confiesa a Augusto que “ la vida es la única maestra de la vida, no hay pedagogía que valga. Sólo se aprende a vivir viviendo y cada hombre tiene que recomenzar el aprendizaje de la vida de nuevo."
Así que parece que don Avito ha escarmentado.
Indica el fragmento o pasaje de la novela que te ha parecido más divertido.
ResponderEliminarEs difícil escoger porque la obra tiene tan mala uva que resulta todo ridiculizado y ridiculizante. Me quedo con los momentos impagables en que don Fulgencio se encuentra con su esposa, doña Edelmira, y ésta, con un sentido práctico arrasador, lo maneja a su antojo y le pone los pies en la tierra. Resulta muy cómico y a la vez muy verosímil esa inteligencia y erudicción que representa don Fulgencio, rebajada al más terrenal y prosaico personaje por el arte mujeril y autoritario de doña Edelmira. Un clásico, jajaja
EliminarSin duda, las contradicciones de don Avito, el cómo piensa y el cómo actúa, sin poder reprimir, en ocasiones, su instinto natural y humano. El "caíste y volverás a caer una y cien veces" de su conciencia, que resuena a lo largo de la obra, es inolvidable y muy divertido. No conocía esta novela y me ha parecido una joya. Saludos.
EliminarA mí me tienen fascinada las combinaciones y concatenaciones de don Fulgencio. Me parecen una genialídad y ponen de manifiesto el absurdo y ridículo al que se llega con la malentendida erudicción. Luego, sin embargo, tiene frases y pensamientos profundos y maravillosos. Es la propia contradicción de Unamuno hecha personaje. Viva don Fulgencio.
EliminarEs difícil escoger un pasaje, toda la novela, "nivola" me ha parecido muy divertida, maravillosa. Por escoger algunos diré los primeros que leí en el primer capítulo, esa diferenciación y explicación de un matrimonio inductivo y un matrimonio deductivo, me partía de risa. Y esa duda y temor cuando ve que su amor deductivo por la dólica-rubia Leoncia está en peligro por su atracción/amor por la inductiva branquimorena Marina, ¡vaya tela!. En fin, esto era sólo el comienzo de lo que me esperaba hasta terminar la novela.
EliminarPara mi lo más divertido, aparte de la ironía del narrador, son las justificaciones que va buscando don Avito a la hora de retroceder ante el quehacer de Marina con su hijo, en contra de las convicciones del padre y como va cediendo ante las convenciones sociales de la época, que, por cierto, no dejaba de tener cierta liberalidad al desarrollarse la acción mucho antes de la Guerra Civil, tras la cual, como todos sabemos, hubo más censura, entre otras cosas.
EliminarReconozco haber soltado más de una carcajada mientras leía pero sin duda el pasaje que me resultó más divertido fue la descripción de Don Fulgencio y en especial " jamás presenta a su mujer por avergonzarse de estar casado y sobre todo de tener que estarlo con su mujer" . Ja ja ja ja, me encanta. No puedo evitar troncharme.
EliminarMenuda retranca la del señor Unamundo.
Lara
Algo ha ocurrido en mi perfil, tanto Fernando como El Viejo Fettes son la misma persona. El autor visita al personaje.
EliminarQuise decir "Unamuno", claro, pero el corrector se empeña en no reconocerlo. Mis disculpas.
EliminarLara
A mí me resulta díficil aislar de la obra un pasaje concreto, se dice tanto en ella, pero para poder contestar a esta cuestión tengo que decidirme y lo hago con dos, la primera por su provocación, la segunda por su descojone ( con perdón). La primera está relacionada con su hija, " y la niña Rosa-porque Don Avito deja ahora a su mujer que le dé nombre, ¿qué importa cómo se llame una mujer?-,crece junto a Apolodoro, crece mimosa, apegada al regazo materno. Y rompe a andar y a hablar antes que a ello rompió su hermano. Me sorprende don Fulgencio, la cosa, la niña parece más despierta que el niño...." La segunda, recordando don Avito las ocurrencias de don Fulgencio, "como la del cura del sentido común, rémora de toda genialidad, mediante el masaje histólogico del cerebro logrado por cierta trepidación eléctrica que obligue a las células nerviosas a entrecruzar de otro modo que como lo tienen sus prolongaciones seudopódicas, la microcirugía psíquica, de donde se deduce la utilidad pedagógica del pescozón en cuanto que este hace vibrar el cerebro y sus 612.112.000 células, o lo de la cura de la monotonía mental mediante inyecciones de gelatina". Jajajajaj
EliminarToda la preparación para encargar al genio es genialmente divertida porque pone de manifiesto la lucha entre lo que es forzado por la razón y el verdadero instinto y naturaleza humana. Nos hace reír porque nos identificamos realmente con esa debilidad de Avito, la que le hace exclamar a su conciencia "caíste". La matería y la forma :))
EliminarTiene "puntos" muy buenos... Y muy bien repartidos...
EliminarLa obra tiene partes muy graciosas. Me gusta especialmente cuando el niño dice su primera palabra: "Apolodorín rompe a hablar y el padre espía la primera palabra, su expresión natural, individuante. Y hete aquí que es esta: ¡gogo! ¡gogo! ¡solemne misterio! ¡gogo! fórmula cabalística acaso de la personalidad del nuevo genio… Porque si eso de la grafología tiene, como parece, su fundamento y le tienen otras misteriosas relaciones psicofisiológicas, ¿no ha de tenerlo la primera palabra que cada cual de nosotros pronuncia? ¡Gogo! Consulta con don Fulgencio al punto. La sonora gutural g, seguida de la o, la vocal media de las tres a-o-u que no tienen más que una nota específica, y repetido por dos veces… ¡gogo! ¡gogo! ¡gogo! ¿Qué relación habrá entre este misterioso gogo y el futuro momento metadramático?
Don Fulgencio recuerda la experiencia que nos cuenta Herodoto hiciera el rey egipcio Psamético para comprobar cuál fue el lenguaje primitivo, cuando entregó dos niños recién nacidos a un pastor con encargo de que los criara sin que oyesen hablar a nadie, y al trascurso de dos años entrando un día el pastor a verlos los oyó decir becos, que era como los frigios llamaban al pan, con lo cual se convencieron los egipcios de que era el de los frigios y no el suyo el pueblo primitivo. Las investigaciones de don Fulgencio dan por resultado que en el idioma vascuence o euskera gogo equivale a «deseo, ganas, humor, ánimo» y acaso por extensión, voluntad.
—El niño desea algo, solo que lo desea en vascuence…”
Me encanta todo lo que dan de sí las dos primeras sílabas del niño,para terminar buscándole sentido en euskera...El caso es hacer un genio,una abeja reina, como sea,jajajajajajaja. Me anda en la cabeza esa mujer de don Fulgencio que lo maneja de una manera...No entiendo por qué ha hecho un personaje femenino tan...peculiar? Con peluca?? Pues vaya,jajajajajaja. Es como si quisiera eliminarle partes femeninas...
Me parece muy divertido todo el comienzo, la locura de don Avito y el modo en el que pretende influir en el futuro genio ya desde su gestación. Los juegos de palabras, el uso burlesco de todo el arsenal positivista contribuye a ello. Las apariciones de don Fulgencio son memorables, especialmente cómica es la diatriba misógina del capítulo VII, sobre todo cuando se demuestra que don Fulgencio es en el fondo un calzonazos, dominado por el sentido común (del que tanto abjura frente a Apolodoro) y la carnalidad de su mujer.
EliminarSin embargo, el tono humorístico va debilitándose, al menos es mi impresión. Conforme avanza la novela gana lo profundo y trascendente, se vuelve pesimista y aflora la tragedia. Don Fulgencio pasa de ser una cómica caricatura a un hombre profundamente desesperado al que, como Unamuno, angustia la muerte. Don Avito, a fuerza de ser ridiculizado inspira una mezcla de compasión y desprecio. Y en cuanto a Apolodoro, qué decir. El muchacho no es capaz de encauzar su vida, no tiene herramientas, vive permanentemente frustrado, tiranizado por las dos fuerzas antitéticas en las que ha sido educado. Me inspira lástima y el final se ve venir desde que, de forma premonitoria, contempla un cadáver flotando en el río.
Al final la novela me ha dejado un gusto amargo, nada fácil de explicar. Creo que en Unamuno aflora siempre la tragedia, por muchas capas de humor y sátira con las que quiera taponarla. El sentimiento trágico lo invade todo, sus personajes y ese final (que era evitable) tan patético.
Igual es una tontería, pero cada vez que Don Avito dice la palabra “fenómeno” la reacción de su mujer es sumamente graciosa. De hecho éste problema del lenguaje, de las palabras, es clave en toda la obra. Dos mundos (Avito y su mujer) y dos formas de usar las palabras. Como el detalle de referirse al hijo con dos nombres distintos.
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