Faros en un mundo a oscuras


«Los tiempos son ciertamente malos para la defensa y el cultivo de las humanidades. La cultura general no es rentable, a primera vista, como lo es la formación especializada y la seria preparación técnica para cualquier carrera u oficio.
En un mundo preocupado por la conquista de nuevos puestos de trabajo, por la especialización, por la preparación tecnológica cada vez más precisa, la rentabilidad de la cultura humanística no resulta nada evidente. Por otro lado, esos objetivos de un examen crítico, afán universal de comprensión de los demás humanos y una visión personal del mundo no parecen figurar entre las propuestas ideales de ningún grupo político. El humanismo de ese estilo crítico y universal no parece rentable en política, al menos a corto plazo. (Y es difícil de conjugar, de modo general, con ciertos intereses nacionalistas, por ejemplo.)
En una cultura dominada por los medios de comunicación de masas, de los que la auténtica calidad intelectual ha sido marginada (valga la programación de la televisión española en conjunto como botón de muestra), es muy difícil que el pasado cultural —ese mundo de saber y sentir que se conservaba como aleccionador y modélico— mantenga, no ya su prestigio, sino una cierta presencia, y es imposible que la alta cultura conserve cierta autoridad en los medios más populares. La lectura sigue siendo —a pesar de todas las sofisticadas y cómodas tecnologías de comunicación a gran escala y largas distancias— el fundamental medio educativo, por sustanciales razones, en lo que toca a la más elevada educación. Pero incluso leer, a fondo y en silencio, puede volverse un difícil deporte en un mundo desgañitado por el ruido y abrumado por una inmensa e indigerible masa de informaciones urgentes, angustiosas, vocingleras y triviales. El abandono de las humanidades se nos presenta como una amenaza en este contexto tan desfavorable, pero eso no nos impide seguir empeñados en combatir por ellas, si es que creemos en su necesidad para una vida más digna y valiosa. El ser humano no puede renunciar ni a su condición histórica, ni a la conciencia de que la vida humana está construida sobre los logros, espléndidos, costosos y sufridos, de todo un vasto y variado pasado histórico que necesitamos recordar y revalorizar. El conocimiento de la historia —con mayúsculas o minúsculas— y de la poesía y la literatura en la larga tradición cultural de Occidente —en un sentido amplio— es necesario para una "vida examinada", según la máxima socrática, y lo es para una existencia en nuestro mundo, con una enriquecida y productiva perspectiva intelectual».

El profesor García Gual —siempre estimulante e inteligente, quizá por eso no ha tenido suficientes apoyos para entrar en la Real Academia Española, ¡país de badulaques!— acaba de publicar, retomando algunos textos ya aparecidos en su Sobre el descrédito de la literatura y otros avisos humanistas (Península, 1999), este maravilloso libro, que es una defensa (apasionada) de las humanidades y un repaso a los grandes hitos y a la interpretación y reinterpretación de la cultura clásica a lo largo de la historia. 

Hoy más que nunca, para resistir, para no claudicar ante el tsunami del pensamiento único, del sentimiento único y de la gilipollez única, universal y gratuita, hemos de tener aliados, compañeros de viaje, voces cálidas y amigas que nos mantengan abiertos los ojos, la mente, que nos alienten y nos guíen. Y ¡qué mejor que los lejanos, fiables, sabios faros de los griegos y los latinos!

Comentarios

  1. Me ha resultado maravilloso el extracto del libro que propone en esta entrada de hoy y estoy, por otra parte, totalmente de acuerdo con su concepto de gilipollrez, única, universal y gratuita, única porque no existe otra, universal, porque afecta a casi todos los ámbitos de la vida y gratuita porque es aceptada ya por todos nosotros como normal y no trae consecuencias de ningún tipo para el que la usa.
    Un saludo Barbusse y hay bastantes posibilidades que adquiera este ejemplar en próximas fechas. Aún estoy con Padre e Hijo de Edmund Gosse, que hay que leerlo con tranquilidad sin "voces beligerantes". Jajajaja

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  2. Es insólito que Juan Luis Cebrián haya entrado en la Academia y en cambio un sabio de verdad como García Gual no tenga allí su sillón, que hace años que le correspondería. Dice mucho de qué valores priman en este país. Triste. Los artículos de García Gual siempre me llenan de entusiasmo por las humanidades. Bien por esta recuperación.

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