Viajar al Más Allá


Tartessos me fascina. Tartessos, escrito así, sin cursivas (esto es, la primera y más enigmática civilización conocida en el occidente europeo) y Tartessos, con cursivas (es decir, este libro que firma Alberto Porlan tras más de 30 años dedicados a la investigación sobre el tema, y para el que solo se me ocurren dos calificativos que le hagan justicia: brillante y apasionante).

Desde el libro de Adolphe Schulten (1945, 2ª ed.) y posteriormente el de Juan Maluquer (1970),  no se había publicado nada sobre la civilización tartésica tan relevante y que mereciera prestarle tanta atención. A diferencia de los dos autores anteriores, Porlan rechaza razonadamente la hipótesis tradicional que ubica a Tartessos en la desembocadura del Guadalquivir (de ahí el subtítulo de la obra, un nuevo paradigma) y sitúa en tierras gaditanas la ciudad y el territorio tartessio. Concretamente en el sector occidental del estrecho de Gibraltar, lo que equivale a decir en las primeras aguas atlánticas. Sigue así la corriente antigua que encabezaran Pytheas, Eratóstenes y Dionisio Periegeta, que continuaron Ausonio y Sidonio Apolinar y que retomó siglos después el cosmógrafo holandés Abraham Ortelius, máximo exponente de la cartografía de su tiempo.

El libro está profusamente ilustrado con imágenes explicativas.

Porlan relaciona la información histórica que nos transmite Heródoto con el periplo anónimo griego del siglo VI a.C. por las costas españolas que sirvió a Avieno para redactar su Ora Maritima, único documento histórico disponible para fijar la localización de Tartessos. En esta parte el ensayo se torna fascinante: el autor desmenuza con meticulosidad de cirujano los versos de la Ora Maritima y, para perplejidad del lector, las descripciones de Avieno, debidamente analizadas y contextualizadas, encajan como un puzzle con la configuración geográfica que encontramos en la zona que comprende desde el cabo Trafalgar hasta Tarifa (en el litoral), y desde la marisma de Barbate hasta la partidera de aguas de dicho río (en el interior), que son los límites propuestos por el autor para el terriorio tartésico.

Tartessos guarda una estrecha relación con el Más Allá de los griegos, algo que no resulta nada extraño. Occidente era para ellos un misterio, lo desconocido. Por eso se transformó en leyenda. El control de esta parte de las tierras lo ejercían los semitas desde antes de Homero, así que los recuerdos de las primitivas exploraciones del fin del mundo que hicieron sus antepasados, los cretenses y micénicos del segundo milenio, se habían convertido para ellos en mitología. Llegó la escritura y terminó fijando unos relatos orales que se transmitían de generación en generación como orgullosas pruebas de la audacia helena y valiosísimos conocimientos acerca de la geografía del fin del mundo. Sobre esos datos físicos se superpuso la noción metafísica de que las almas de los difuntos, que ya no pertenecen a este mundo, viajaban a Occidente en busca del otro. La noción religiosa se enganchó al conocimiento geográfico, y el fin del mundo, con sus accidentes auténticos y hasta con algunos de sus nombres, pasó a ser la salida mística que nos espera a todos los mortales: el paso al Más Allá. En este sentido, resulta increíble las coincidencias que existen entre numerosos topónimos actuales de la zona donde Porlan ubica Tartessos con los que aparecen en los mitos griegos referidos al Otro Mundo. Como el propio autor dice: "Sólo el desinterés por lo que no resulta 'científico' explica que nunca se haya realizado una comparación entre la geografia mítica que transmite Homero y la geografía real, a escala humana, de las primeras tierras oceánicas. De haberse efectuado ese análisis es probable que al analista le hubieran llamado la atención las notorias coincidencias que se acaban de exponer. Y algunas más que se verán después."

Laguna de La Janda, antes de su desecación.

El libro culmina con una teoría sencillamente extraordinaria, una conjetura que tiene muchas trazas de haber sido posible y a la que respaldan numerosos indicios, si se sabe indagar con perspicacia en las obras de los autores clásicos. Se trata de la posibilidad de que Pitágoras de Samos formara parte del grupo de griegos de la Jonia que visitaron oficialmente Tartessos en el siglo VI a.C. (presumía el filósofo de haber estado en el Más Allá y haber regresado al mundo de los vivos para contarlo). Asimismo, como ya hiciera Schulten, Porlan conecta la Atlántida con Tartessos, y propone que el relato de Platón sobre la civilización atalante tuvo su origen en el conocimiento que éste tenía sobre Tartessos a partir de los libros secretos de Pitágoras, que compró, y que contenían los informes que sobre el terreno había elaborado la citada embajada jónica. (Aprovecho este momento para recomendar a los que quieran saber más sobre la figura de Pitágoras la excelente monografía Vidas de Pitágoras, de David Hernández de la Fuente, Ed. Atalanta, 2011).

En este sólido e impresionante ensayo publicado por la editorial Libros de la Herida, Alberto Porlan nos conduce por las múltiples sendas del laberinto tartessio (la mitológica, la filológica, la toponímica, la geográfica y la histórica) y argumenta que todas ellas convergen en la que él llama isla H, una isla fluvial a 25 km del litoral atlántico y a 40 del Mediterráneo, con una superficie de 75 hectáreas, situada en el término municipal de Medina Sidonia, muy cerca de donde estuvo la laguna de la Janda (desecada en su totalidad en 1967). Es ahí donde podría estar enterrada Cartare o Eritia (según su nombre púnico o griego), la ciudad principal de Tartessos. Y es ahí donde habría que excavar para que hablaran —o no— las piedras.

Mientras tanto, en unos días pondré rumbo al Más Allá. Para volver, espero. Como Pitágoras.

Comentarios

  1. Tartessos es fascinante y a pesar de todo, sabemos tan poco. Por el increíble yacimiento que arqueólogos del CSIC están excavando en Turuñelo de Guareña (https://elpais.com/cultura/2017/04/16/actualidad/1492335613_283119.html), parece que se trató de una civilización tan excepcional como nos describen las fuentes antiguas, o más. Ojalá se siga investigando.

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    1. Gracias por el enlace, Gerardo. Es un misterio, pero todo apunta a que su excepcionalidad más tarde o más temprano se revelará.

      Si estuviera en Estados Unidos ya se habrían puesto hace mucho manos a la obra. Y tendríamos noticias, películas y documentales de Tartessos hasta en la sopa. Pero vivimos donde vivimos. Tampoco se sabe lo que es mejor, la verdad.

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  2. No me extrañaría que, como cuentas, la capital de Tartessos hubiese estado en esa zona de la provincia de Cádiz: la verdad es que todo el estrecho, el río Barbate, Zahara, la sierra de la Plata y el Parque de Los Alcornocales es un auténtico paraíso. Interesante libro.

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    1. Fíjate, Jaime, si será un paraíso que allí lo propios griegos situaron los Campos Elíseos, lugar donde las "sombras" (almas inmortales) de los hombres y mujeres virtuosos y los guerreros heroicos han de pasar la eternidad en una existencia dichosa y feliz, en medio de paisajes verdes y siempre floridos, bajo el sol, por contraposición al Tártaro (donde los condenados sufrían eternos tormentos).

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  3. Cuando estaba en la facultad de Historia, Tartessos era tan misterioso que apenas nos explicaban nada sobre ello. Al hilo de investigaciones y excavaciones posteriores hemos ido sabiendo más (y lo que queda) y ya no se explica como una anécdota misteriosa de Iker Jiménez en las facultades (o eso espero). Me lo llevo, por deformación profesional, por El Puerto del Infierno y por Ulises. Un abrazo y gracias por la recomendación.

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    1. Hola Mónica: no hay misterio que no salga a la superficie, esa es la verdad. Aunque este se está resistiendo, son ya más 3.000 años.

      Cada vez se va descubriendo más, desde luego, aunque a veces da la impresión de que los arqueólogos, al interpretar los nuevos hallazgos, siguen igual de perdidos que estaban.

      La gran noticia, el premio gordo será desenterrar la capital, la gran ciudad de Tartessos.

      Saludos.

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