Clásicos para regalar esta Navidad, 1
(«Damas oscuras»)



Veinte cuentos de fantasmas escritos por eminentes autoras victorianas, entre ellas Charlotte Brontë, Elizabeth Gaskell, Margaret Oliphant o Willa Cather, es lo que nos ofrece la editorial Impedimenta en este precioso volumen titulado Damas oscuras, y cuyo subtítulo ya se encarga de aclararnos con exactitud lo que encontramos dentro.

¿Y qué encontramos? Pues lo típico y lo tópico, es decir, lo que se espera del género (como debe ser) y lo que me encanta (siempre me encantó), probablemente porque es una literatura esencial, directa, carente de pretenciosidad. Encontramos, digo, todo lo que esperamos encontrar: historias de mansiones abandonadas, de viajes en coches de caballos por páramos desolados, de castillos en acantilados, de bellas mujeres sepulcrales, de oscuras historias familiares en las que los antepasados no acaban de irse del todo… Muchos de estos cuentos tienen un dosificado toque de humor y una inconsciente ingenuidad que realzan aún más su atractivo posesivo. Tienen el encanto de aquello que no es intencionadamente encantador, no sé si me explico. Y una gran capacidad para la creación de ambientes, tan importante siempre en el relato de miedo. 

El volumen incluye varios marcapáginas con estas señoritas de ojos blancuzcos y un (inquietante) recortable que son la guinda a una edición sencillamente perfecta (ay, ebooks, qué rezagados os estáis quedando en vuestro universo de plástico). 

Lectura cálida asegurada, de aquella que nos absorbe (sigo un ratito más), espléndida para un día de lluvia, idónea para Navidad y vísperas varias, arrebujados allí en el sofá, pipa en mano (o no), chimenea encendida (quien pueda), té humeante y silencio. Si puede ser de noche, mejor. 

Oh, libros como éste, bienvenidos siempre, no dejéis de existir nunca. Os lo suplico. 

Comentarios

  1. Con el penúltimo párrafo puedes recomendarme el libro que quieras que ya me tienes ganado...
    Un abrazo muy fuerte, Señor Barbusse.

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    Respuestas
    1. En cierto modo, cuando lo escribía, sobrevolabas mi mente.

      Te hemos echado mucho de menos en el Londres de 1923.

      Un abrazo.

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