Inoxidable Eliot
"Porque ya lo conozco todo, todo lo conozco...
He conocido los
crepúsculos, las tardes y las mañanas,
mi vida la he medido con
cucharillas de café;
y conozco las voces agónicas en su agónica caída."
Son versos de uno de los libros de poesía más importantes -si no el que más- del siglo XX. Al menos, el más vanguardista e influyente, seguro. La tierra baldía de Thomas Stearns Eliot es un poema, en cinco partes, con un fraseo musical y con unas imágenes impresionantes, que se goza por sí mismo con la simple dicción del texto sin necesidad de entrar -en un primer momento- en sus trascendentes temáticas y en sus aparentes complejidades.
A veces hace falta mucho tiempo para que un verso, una imagen poética que conocemos de memoria, por haberla leído muchas veces, cobre para nosotros significado, experiencia, carnalidad. Cuando ocurre es algo emocionante, se lo puedo asegurar. Es como descifrar un enigma, como dar con el código cifrado de una caja fuerte. Y con Eliot ocurre, también ocurre.
A Lumen se le ha ocurrido recordar los cincuenta años de la muerte de este escritor con la publicación de una nueva edición de La tierra baldía, su gran creación junto con Cuatro cuartetos. ¿Lo novedoso? Dos cosas. La primera, comprobar que esta obra permanece plenamente vigente e inoxidable, por mucho que haya pasado casi un siglo desde su publicación (el libro es de 1922); la segunda, la brillante y vibrante traducción de Andreu Jaume.
Para los interesados, aquí tienen una interesantísima entrevista que el programa El ojo crítico, de RNE, ha hecho al traductor.
Lo tengo en casa, pero no esta edición así que voy a ir en su busca y captura porque me parece magnífica (como casi todas las de Lumen, la verdad). Atención a la importancia del traductor, siempre, pero muchísimo más en poesía, requiere de conocimiento del espíritu y del alma del mismísimo poeta. Saludos.
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