Pabellón de reposo (Lectura guiada)
«El tiempo se ha parado definitivamente sobre nosotros...» |
En agosto de 1943, el diario El Español publicaba las últimas entregas de Pabellón de reposo, segunda novela de Camilo José Cela nacida a la sombra de las grandes expectativas creadas por La familia de Pascual Duarte, de un año antes, circunstancia que, a pese a su grandísima calidad literaria, ensombreció su recepción. César González Ruano, con su habitual perspicacia, apuntaba a los pocos días de su publicación: "Yo no creo que Pabellón de reposo sea inferior al tan llevado y traído Pascual; pero el tópico de café y la intencionada cicatería profesional, que, aún sin regatearle hoy, una consideración innegable, hizo con su primera novela un derroche desascostumbrado, insiste, con cierto sadismo, en que lo bueno de Cela es su primer libro. Muchas veces he pensado que si este hombre escribiera el Quijote se seguiría diciendo que donde esté aquel Pascual Duarte, ni hablar."
Concebida
a partir de dos estancias del propio autor en sendos sanatorios
antituberculosos (en 1931 y 1942), la segunda novela de Camilo José Cela es, según él mismo escribió, "el inmediato producto de una amarga y aleccionadora
experiencia personal", producto que, sin embargo, tiene más de
ficción que de autobiografía.
Pabellón de de reposo narra la vida de un grupo de hombres y mujeres en un sanatorio para tuberculosos. Unos y otros, echados en sus chaise-longues, languidecen atentos a cuanto pasa a su alrededor —el trajín de las enfermeras y de las criadas, el vuelo de los pájaros, el estado de los demás enfermos, las ensoñaciones de la señorita de la habitación 37, las atenciones del señor de la 52, la palidez del muchacho de la 14, las afectadas declaraciones del 11....—. Una misma corriente los une a todos, una misma preocupación los esclaviza. Las relaciones y los afectos, pero también las susceptibilidades y las obsesiones se consolidan más y más a medida que la enfermedad avanza y la novela transcurre. Aunque todos se saben actores de la misma tragedia, el mundo interior que llevan dentro si, las cosas que dejaron para venir al pabellón, los separan y aíslan. Camilo José Cela se recrea en esbozarnos sus vidas pasadas en contraste con la obligada inercia presente. Con experta maestría ensambla los pormenores de cada personaje, adelgazando en el transcurso de la novela los hilos de su existencia y separándola de lo contingente. Conforme se acercan a sus últimos instantes, todos ellos se hacen más simples, más naturales, más sencillos, en una palabra, más humanos.
Serena y sabia, hermosa y terrible, Pabellón de reposo es una ignorada joya literaria que nos habla de la importancia de sabernos vivos.
Pabellón de de reposo narra la vida de un grupo de hombres y mujeres en un sanatorio para tuberculosos. Unos y otros, echados en sus chaise-longues, languidecen atentos a cuanto pasa a su alrededor —el trajín de las enfermeras y de las criadas, el vuelo de los pájaros, el estado de los demás enfermos, las ensoñaciones de la señorita de la habitación 37, las atenciones del señor de la 52, la palidez del muchacho de la 14, las afectadas declaraciones del 11....—. Una misma corriente los une a todos, una misma preocupación los esclaviza. Las relaciones y los afectos, pero también las susceptibilidades y las obsesiones se consolidan más y más a medida que la enfermedad avanza y la novela transcurre. Aunque todos se saben actores de la misma tragedia, el mundo interior que llevan dentro si, las cosas que dejaron para venir al pabellón, los separan y aíslan. Camilo José Cela se recrea en esbozarnos sus vidas pasadas en contraste con la obligada inercia presente. Con experta maestría ensambla los pormenores de cada personaje, adelgazando en el transcurso de la novela los hilos de su existencia y separándola de lo contingente. Conforme se acercan a sus últimos instantes, todos ellos se hacen más simples, más naturales, más sencillos, en una palabra, más humanos.
Serena y sabia, hermosa y terrible, Pabellón de reposo es una ignorada joya literaria que nos habla de la importancia de sabernos vivos.
ACTIVIDADES
A) Contesta a las preguntas que se proponen en esta guía de lectura (disponible para descargar hasta el 28 de febrero) y envía tus respuestas a elinfiernodebarbusse@gmail.com.
B) Comparte tu opinión, en la zona de comentarios, acerca de alguna o todas de las siguientes cuestiones de debate:
1. "Mi novela, lejos de producir un efecto deprimente, pudiera —de saberse leer con agudeza— hacer vibrar las cuerdas optimistas del lector". Son palabras de Camilo José Cela, incluidas en Pabellón de reposo. ¿Estás de acuerdo con ellas? ¿De qué manera crees que esta novela puede llamar al optimismo?
2. La novela, rebosante de vitalismo (ya desde el espléndido preámbulo, con la alusión a las palabras de un tal Claudius van Vlardingenhohen), es toda una advertencia sobre el privilegio que supone estar vivo y sano, y sobre el hecho de que solo nos damos cuenta de lo que tenemos cuando lo perdemos. "La proximidad al fin me da una lucidez que nunca tuve", dice en un momento de la novela el paciente 11, una frase que entronca con esta otra del filósofo Emil Cioran: "El ser humano es lúcido únicamente cuando está enfermo o cuando se enamora, solo entonces ve de verdad, solo entonces comprende". ¿Estás de acuerdo? ¿Es tan digno de compasión el hombre que le es imprescindible perder algo para valorarlo? ¿No hay remedio?
3. Indica algún pasaje, párrafo o frase que te haya gustado especialmente o movido a la reflexión.
La fecha tope tanto para la entrega de la guía como para la realización de comentarios es el martes día 28 de febrero.
MATERIALES DE APOYO
Se ofrecen aquí, para el lector interesado, dos estudios introductorios a la novela, los cuales, no siendo en absoluto necesarios para hacer las actividades, sí son recomendables como documentos de lectura y reflexión previa a la realización de las mismas.
Ana Mª Platas. Pabellón de reposo (en Camilo José Cela, Síntesis, 2004)
John W. Kronik. Pabellón de reposo: la inquietud narrativa de Camilo José Cela, 1983
Un tercer texto, de mayor extensión, se ofrece aquí para aquellos lectores que deseen profundizar en la novela a través de un estudio más pormenorizado y analítico:
Paul Ilie. Pabellón de reposo (en La novelística de C. J. Cela, 3ª ed., Gredos, 1978)
¡Participa y podrás llevarte una preciosa primera edición de la novela (Madrid, Afrodisio Aguado, 1944), con ilustraciones de Suárez del Árbol. Toda la información aquí!
Se ofrecen aquí, para el lector interesado, dos estudios introductorios a la novela, los cuales, no siendo en absoluto necesarios para hacer las actividades, sí son recomendables como documentos de lectura y reflexión previa a la realización de las mismas.
Ana Mª Platas. Pabellón de reposo (en Camilo José Cela, Síntesis, 2004)
John W. Kronik. Pabellón de reposo: la inquietud narrativa de Camilo José Cela, 1983
Un tercer texto, de mayor extensión, se ofrece aquí para aquellos lectores que deseen profundizar en la novela a través de un estudio más pormenorizado y analítico:
Paul Ilie. Pabellón de reposo (en La novelística de C. J. Cela, 3ª ed., Gredos, 1978)
¡Participa y podrás llevarte una preciosa primera edición de la novela (Madrid, Afrodisio Aguado, 1944), con ilustraciones de Suárez del Árbol. Toda la información aquí!
Lo primero felicitarte por escoger esta maravilla de libro para este "otoño". Para mí ha sido todo un descubrimiento, un mazazo como lectora y de cuya impresión me voy reponiendo poco a poco, supongo que cada uno, dependiendo de como haya sido su vida y en el momento vital en el que esté lo recibirá de manera distinta.
ResponderEliminarDifícil escoger solo una reflexión de todas las perlas que se dicen en la novela. Mientras opino sobre las dos primeras preguntas que nos haces (he de pensarlas bien primero), adelanto ya una de mis frases hipersubrayadas (tengo todo el libro pintarrajeado, en realidad), pero ahí va:
"El odio es el amor del despreciado (...). Que el olvido es la ausencia del amor y esta ausencia nos trae la muerte del alma, que hiede a podrida como la carroña si el frío del olvido la hace suya".
Impresionante. Más tarde comentaré las otras cuestiones.
Preciosa frase, Malena. La calidad de la escritura de Cela en esta novela es, sin duda, de primer nivel.
EliminarQuerido Barbusse, me temo que es así, que solo sabemos lo que tenemos cuando un día, de repente, ya no lo tenemos. Entonces "vemos", como dice el muchacho de la habitación 11. Y nos lamentamos. Y nos arrepentimos de haber estado tan ciegos. Creo que es el destino humano, que no existe solución a eso. Y mira que nos lo dicen, y nos lo vuelven a advertir libros como este: ojo, que esto no dura siempre, ojo que estar sano es un privilegio, ojo que te quejas por tonterías, etc. etc. Pero nada, nosotros ni caso.
ResponderEliminarYo creo que Cela estaba en estado de gracia cuando escribió esta novela. Es sin duda alguna una novela espléndida, elegante y humana. Se ve que le sale de muy hondo, de su propia experiencia en estos sanatorios, que él mismo vivió en primera persona. Y aunque el libro no sea estrictamente autobiográfico sí que late en el fondo del mismo un afán de vida, un vitalismo inmenso, como tú has destacado. A mí no me ha parecido, pese al tema, en absoluto deprimente. Sobrecogedora, sí, pero no deprimente. por eso estoy de acuerdo en que sí llama al optimismo al tener la oportunidad, leyéndola, de ser más conscientes del valor de la vida, de la salud, de los afectos.
Saludos.
Esas dos estancias de Cela (con quince y veintitrés años) en sendos sanatorios para tuberculosos de la sierra del Guadarrama debieron marcarle mucho, definieron su personalidad, eso está claro.
EliminarNo perdamos de vista las palabras del autor cuando dice que Pabellón es "el inmediato producto de una amarga y aleccionadora experiencia personal". Aleccionadora, subrayémoslo. Y también, en el prólogo de la novela, escribe estas otras palabras: "una experiencia casi personal que marcó en mis días una señal indeleble y venenosa". Está claro, pues, que a él esto le sirvió como una permanente y decisiva lección de vida.
Esto se complementa con un velado reproche a la actitud de algunos de los enfermos tuberculosos que se reflejan en la propia novela, “representantes de una manera de ser de hombre-tuberculoso o mujer-tuberculosa, de la que, como primera medida en quienes busquen la curación, habrá que escapar como del fuego”.
Que vuelve a aparecer, en el Intermedio de la novela, aludiendo a quienes caen en el vicio de la enfermedad:
“Hay gentes a quienes agrada el sufrimiento. Son de dos clases: sufridoras y mortificantes. Las sufridoras gozan en la propia desgracia con un aplomo que espeluzna; las mortificantes gustan de hacer sufrir a los demás, de decir la palabra hiriente, la aguda frase venenosa, de ensayar el gesto displicente, la mueca que lastima. Tanto las unas como las otras suelen ser violentos y alucinados espíritus religiosos; inventan mitos y nuevas y difíciles devociones, mixtifican eternos e inmutables conceptos, tergiversan señales y augurios hermosos y sencillos...”
Y por supuesto pasajes hay muchos, muchísimos para destacar. Uno especialmente que me gusta y que incide en las relaciones entre personas es este:
ResponderEliminar"Los hombres y mujeres no nos entendemos; nos queremos, a veces hasta con apasionamiento, con furia, y somos capaces de dejarnos matar por un amor, de quitarnos la vida por una desilusión; pero jamás llegamos a comprender a la persona por la que nos sacrificamos".
Y, si me preguntas por personajes, me quedo con el hombre de negocios.
Saludos.
Es B., el banquero, quien relaja un poquito el asfixiante clima dramático del texto, con algo de humor y una manera de expresarse más directa. Este personaje aporta frescura y mundanidad, sin restar elegancia a la novela. Un acierto.
EliminarNo me parece tampoco una novela deprimente. Si triste, muy triste en algunos pasajes, pero no deprimente. La vida palpita en segundo plano, en perfecto equilibrio con la muerte, que insiste en ser la protagonista. Como la vida misma. Me parece una genialidad por parte de Cela, escribir una novela sobre la muerte que es un canto a la vida. Obra maestra.
ResponderEliminarEs dificil escoger un párrafo de tantos como podría citar, pero por decir alguno, me parece especialmente sobrecogedor el de la carta de la supuesta novia o amante del paciente de la habitación 11, esa carta desgarradora que por suerte para él, llega tarde. Me parece demoledor.
También me parece espeluznante la forma de acabar los capitulos de la segunda parte, cada vez que muere uno de los pacientes. Esa letania, tan celiana, donde hace referencia a la carretilla de hierro donde transportan los cadaveres. Portentoso.
Da en el clavo, Ramónj, diciendo que esta novela sobre la muerte es un canto a la vida. Es esa justamente la intención de Cela, pero no solo en esta obra, sino prácticamente en todo su produccíón: es el rasgo fundamental de su literatura. Lo hemos podido ver en el bloque I cuando alguien (Torné) había definido a Cela, muy acertadamente, como un "vitalista tristísimo".
EliminarY recalcar también que justamente Cela usa el procedimiento contrario, la paradoja, que también hemos estudiado: realza la vida a través de su contrario. El 52 resume perfectamente el prodigio que es estar vivo, sentirse vivo, gozar de la vida, y lo expresa a través de un vitalismo insaciable y de un párrafo tremendamente emocionante:
"¡Bien sabe Dios que yo me cambiaba ahora mismo por el cocinero! Le daba todo: mi título universitario, mis treinta y dos años, la casa que me dejaron mis padres en la costa, con su emparrada que llega hasta la misma orilla, mis libros, mis amigos...
Él me daría su alto gorro blanco, sus fuertes brazos, su cuchillo de trinchar, su voz, que resuena como el viento cuando llama a las criadas; su reuma... ¡Bah, el reuma no es enfermedad! Le duele a uno un codo o una pierna de vez en cuando... El dolor bien se aguanta."
E insiste un poco más adelante:
Debo sobreponerme a la nostalgia. ¡Cómo me gustaría cambiarme por el cocinero! Si él quisiera, ahorraría además algún dinero para dárselo. Le diría:
—Tome usted, se lo doy; lléveselo, es suyo.
"Y yo me marcharía con su reuma y con su vientre a cuestas, caminando sin parar, en busca de trabajo. Diría a las amas de las granjas y de los caseríos:
—Señora, ¿quiere usted que le construya una zanja? ¿Quiere que le vacíe el pozo negro? ¿Quiere que le pode ese manzano que tiene usted tan abandonado? ¿Quiere que le guise un sabroso plato de vaca con patatas y con champiñón? Para todo sirvo, señora; mi lema es hacer el bien por donde paso y dejar un grato recuerdo en mis amigos. Amo al campo y a la libertad, y si me veis dormir, cualquier anochecido, medio desnudo, en un húmedo pajar, no os compadezcáis de mí. Pensad: «Seguramente este hombre tiene la conciencia tranquila; no hay más que verlo dormir», y estaréis en lo cierto."
En realidad, esta lucha de contrarios en la obra de Cela lo que
hace que la lectura de cualquiera de sus obra sea "catártica", a través de una inmersión en la muerte, el dolor, la crueldad y el sufrimiento aprehendemos sus contrarios: la vida como regalo, como privilegio, en el sentido más estoico posible (les recuerdo que Séneca era autor frecuentado por Cela).
Y, por cierto, que el 52 ha sido visto como el alter ego de Cela. El personaje que más parece ponerse en la piel de su autor. Luego no es de extrañar que opine de este modo.
EliminarRespondiendo a la primera cuestión, creo que esta novela cumple una función catártica, en el sentido en que es una afirmación de la vida, a partir de la reflexión consciente sobre lo contrario, la muerte, a través de varias personas que la tienen muy cerca. Consideremos que la tuberculosis era en la época de la novela una enfermedad con una altísima mortalidad.
ResponderEliminarEs muy interesante el dato de que la novela fue prohibida en los sanatorios para tuberculosos, por el impacto y por la posibilidad de que pudiera agravar la enfermedad en aquellos que pudiesen aventurarse a leerla. Es comprensible por la dureza del tema, por lo descarnadamente que está narrada. Sin embargo, dice su autor, es más el beneficio que puede tener en el resto de lectores, porque es necesario ser conscientes de la muerte y de nuestra fragilidad para valorar la vida en su plenitud, y aquí conecto con la segunda cuestión. Yo creo que sí perdemos el valor de las cosas, nos preocupamos con problemas muy estúpidos a veces, ambicionamos demasiado y nos empeñamos en objetivos que no nos reportan felicidad, sino quebraderos de cabeza, más bien. Como dice la señorita del 37 "las cosas son más fáciles de lo que imaginamos", pero,añado yo, nos empeñamos en hacerlas complicadas. Y cuando nos dan un mazazo realmente serio, como el que reciben estos jóvenes de la novela, entonces vemos qué es realmente importante.
Más adelante comento los pasajes que más me gustan.
Saludos.
Al hilo de lo que comentas sobre la tuberculosis es interesante saber que los síntomas clásicos de esta enfermedad eran una tos crónica, con esputo sanguinolento, fiebre, sudores nocturnos y pérdida de peso. Todos ellos están reflejados en la novela y son de constante preocupación de los enfermos. Recordemos a la muchacha del 37 intentando convencerse de que la sangre de su saliva proviene de la garganta.
EliminarLos sanatorios –como el pabellón al que hace referencia la novela- se construían a gran altura, basándose en la teoría fisiológica de aumentar el flujo sanguíneo pulmonar, por la taquicardia inducida por la altura. Sin embargo, la evidencia de su eficacia resultó dudosa.
Y es curioso que justo el año en que se publica la novela -1944- es cuando se empieza a tratar la enfermedad con penicilina, dando unos muy buenos resultados de curación. Llegó tarde, sin embargo, para nuestros queridos 14, 37, 40…
1. Si, no podría estar más de acuerdo. Como cuando un hecho trágico marca un antes y un después en la vida del hombre moderno que no tiene tiempo para nada y cuyo acaecimiento le lleva a reflexionar sobre su existencia, el libro, nuestro libro del Otoño, te zarandea, te sacude y se cuela dentro de ti, y te habla de la importancia de la vida a través de la muerte. A la muerte nos la hace desfilar a lo largo de todas sus páginas, lo que nos hace tener bien conciencia de ella y así nos muestra la importancia de sabernos vivos, de aferrarnos a eso -llamado vida- que se nos escapa sin darnos cuenta, a la vez que nos habla también de otras cuestiones existenciales como son el amor, la bondad, la generosidad, los afectos, la enfermedad, la soledad,…
ResponderEliminarQuerido Barbusse, yo diría con este libro, lo que B, dice en el capítulo VII de la segunda parte:
“He descubierto, en un bello libro…, un mundo ilimitado de poesía que desconocía. Me he estremecido al leer los versos de algún poeta, y he pensado que quizá la salud no sea tan importante como creemos, cuando fuera de ella pueden encontrarse insospechadas sensaciones, veladas para la mayor parte de los sanos”.
2. Ese preámbulo maravilloso ¡cuántas veces lo leí y releí y releo! esa puerta de entrada al libro, es un canto a la vida, al riesgo y aventura que supone estar vivo.
Tristemente pienso que sí, que no hay remedio posible contra esa realidad, de tener que perderse algo para saber valorarlo, apreciarlo, mimarlo, estimarlo o cuidarlo. Como dice uno de mis compañeros ¡mira que nos lo dicen! ¡y nos avisan! y creo que hasta lo sabemos, pero seguimos igual. Y vuelvo a B y al capítulo VII : “¿Qué es un Banco que se hunde, amigo mío, comparado al espectáculo insólito de tantos miles y miles de cuerpos que a diario humillan la cabeza para no levantarla jamás?”
¡En cuantas pequeñeces e insignificancias se nos va la vida!
3. Demasiados párrafos son los que gustan especialmente y le llevan a uno a reflexionar, y a leerlos y releerlos una y otra vez. No se puede elegir. Pero en este caso resaltaré dos:
"La vida es bella al tiempo que cruel. Más bella cuanto más difícil y fatigosa. Me paro a contemplarla en mis azules venas transparentes y la veo marchar veloz, vertiginosa, hierática e impasible como una sacerdotisa destinada al sacrificio. Los hombres que andan por la ciudad, que van y vienen a sus negocios, que se suben a los automóviles y se sientan en las cervecerías, los hombres a quienes ves a diario por las calles, ¿qué saben de esto? "
Y las líneas con las que se termina el libro : "El mundo, impasible a la congoja, sigue dando vueltas por el espacio obediente a las complicadas leyes de la mecánica celeste".
Y yo me pregunto: ¿ese mundo de tuberculosos, enfermos físicamente, seres aislados y solitarios que viven el mundo desde la contemplación y reflexión y que valoran la vida ante la conciencia de la muerte, no son una metáfora del hombre, sano físicamente, que en este mundo moderno se siente solo, pero cada vez más enfermo del alma ante el espectáculo del mundo cruel que desfila ante sus ojos y ante el que se duele constantemente? Sabe que hay que aferrarse a la vida, pero ¿cómo se sujeta a ella? ¿qué tipo de vida? “¿Por qué mar nadará el tiburón que menos le haga sufrir?” ¿Qué saben de ésto esos hombres de negocios, de cafés y de ciudad?
Será que la vida como decía Cela, y tampoco esto tiene remedio, es al tiempo bella y cruel, hermosa y despiadada y uno anda "con el alma atravesada en la garganta" escuchando el ¡hoooph! de la carretilla del jardinero.
---
Buenas noches a todos, compañeros, y a usted también, Barbusse.
En ese maravilloso preámbulo, muy unamuniano, por cierto, y enigmático (como deber ser todo algo artístico), es donde está la clave de la novela.
EliminarY es que, como Unamuno (no en balde se alude a él en la "Nota" que antecede a la novela), Camilo José Cela (ya lo hemos dicho en reiteradas ocasiones en el primer bloque de este Otoño), no es más que un sentidor. Un sentidor con aire duro y esquivo, un sentidor que disfraza la ternura de crueldad, pero un sentidor al fin y al cabo.
Son las obras de los sentidores las que perduran. Las que se renuevan a ojos de nuevos lectores. Es el caso de este Pabellón de reposo, tan íntimo, tan excepcional.
Me uno a la admiración de los compañeros por este texto que nos ha brindado leer con tan sutil perseverancia (sin ahogar el apetito con el empacho) nuestro amigo Barbusse.
ResponderEliminarEra un título que no había tenido la oportunidad de leer, quizá llevado por algunas opiniones (absurdas, a mi juicio) que lo equiparan a "La montaña mágica" de Mann, cuando ahora, una vez leído he de decir que la obra de Cela se parece a la de Mann como un huevo a una castaña. Ostras, que sí, que los dos se ambientan en un sanatorio antituberculoso, pero poca cosa más. Ni la estructura, ni las premisas narrativas, ni la monomanía sobre la muerte, ni esa irreductible vitalidad que ya Barbusse ha destacado inteligentemente en su guía de lectura y que empapa todo el texto, están presentes en Mann. Los dos escritores, está claro, tienen objetivos distintos, preocupaciones distintas, distintos intereses y distintas maneras de escribir sobre unas circunstancias que cada uno explota a su manera: Cela de una manera más poética, experimental y sentida, y Mann desde una óptica más filosófica y racional. Empiezo a pensar que quien afirma la supuesta similitud de La montaña mágica con Pabellón de reposo no solo no se ha leído el libro de Cela, sino que hay una alta probabilidad de que tampoco lo haya hecho con el del alemnán. En fin, pasemos página.
A mi me parece que es así, que el ser humano calibra lo que tiene cuando lo pierde, precisamente porque desea lo que no tiene, es esclavo de lo que no tiene. Esto es así. Kant ya decía que nos guiamos por contarios, que son los que dan valor a su opuesto. Solo con la enfermedad valoramos la salud, con el desprecio el amor, con la pobreza el dinero, con la muerte la vida. Solo si nos han privado de algo podemos comprender qué significa poseer ese algo.
Es probable, no estoy seguro, de que el hombre puede aprender en cabeza ajena. Es cierto que el arte nos pone sobreaviso (la literatura, la música, el teatro, la pintura, el cine...), nos devuelve la imagen exacta que ocupamos en este mundo, pero por mucho que no los cuenten, no sé yo.
Bueno, eso es todo por ahora, seguiré comentando, pero tengo un poco de prisa.
Saludos a todos.
Absolutamente de acuerdo en lo de que dices de Pabellón y La montaña mágica. De hecho, yo no he visto dos novelas más distintas entre sí. Claro que en las dos hay enfermos y que toman curas de aire, no te fastidia. ¡Si están en un sanatorio para tuberculosos!
EliminarEs cierto, solo por el contrario, por su opuesto es posible conocer algo y, por tanto, valorarlo. Yo tampoco estoy seguro de la capacidad del hombre para aprenderlo en cabeza ajena. Es el propio Cioran, otra vez, quien dejó dicho que "el ser humano es incompatible con la sabiduría". Por mucho que le adviertan, que le aconsejen, que le griten (como esta novela, que no deja de ser un tremendo grito desaforado), no somos verdaderamente (físicamente, diría, incluso) conscientes de ello. Nietzsche lo expresó muy bien:
«En definitiva, nadie puede sacar de las cosas, incluidos los libros, más de lo que ya sabe. Se carece de oídos para escuchar algo a lo que no se accede desde una experiencia vivida».
Sr. Barbusse, mi más sincera felicitación por esta lectura guiada de esta obra magnifica que es Pabellón de reposo, y es que, todos los que participamos en este su blog, creo que no nos damos cuenta de la calidad del trabajo que hay detrás de la organización de una lectura como esta. Pocas veces se puede encontrar en los tiempos actuales un trabajo tan bien hecho y con tanto gusto. Por otra parte, si quería conseguir un impacto con la fotografía que ha escogido como encabezamiento de esta entrada, lo ha conseguido de pleno, yo nada más verla me produce gran desazón y estremecimiento.
ResponderEliminarVoy a escribir un pasaje del libro, que no va a dejar de ser polémico, pero que es la pura realidad, más en los tiempos que corren.El 14 en su primer monólogo viene a decir lo siguiente: "A las mujeres no les llega al corazón el calor de otro corazón que arda por su cariño; les impresiona el hombre adulto, el animal macho, aunque esté vacío de ternura, aunque sea incapaz de levantar la brisa con un beso, de dejarse morir de desesperación por una mirada: No ven sino el marchamo, la etiqueta. ¿Es un hombre? Sí. ¿Tienen treinta años? Sí ¿Tiene 1,80 de estatura? Sí. ¡Pues adelante!¿Viva la vida, y que se hunda el mundo detrás de mí!¿Que se mueran los hombres que no tienen treinta años ni 1,80 de estatura!¿Para qué los queremos?
Un saludo a todos
Viene A. Luis un poco provocador con esta cita.
EliminarLes recuerdo que en la novela hay muchas voces narrativas, por lo que a menudo se exponen distintas, y a veces contrapuestas, opiniones y puntos de vista.
Dice Kronik en el artículo que les he pasado que la novela da cabida hasta trece voces narrativas distintas.
¿Sabrían ustedes enumerarlas?
Ahí les dejo tarea adicional.
Aluis ha destacado un pasaje controvertido, pero cierto es que lo piensa el 14, personaje que está herido con la vida y que, desde pequeño se sentía diferente, frágil. Es un personaje de una gran sensibilidad, romántico e idelista. No es extraño que piense esto cuando habla del cariño que la 37 le tiene al 52, mientras que él encuentra más atractiva la del 40, más espiritual.
EliminarAprovecho para citar este otro pasaje, que me ha parecido de un gran erotismo, tema que forma parte también de la celebración de vida (y que luego será recurrente en la obra posterior de Cela). Es la 40 quien habla en el delirio que sufre en la segunda parte de la novela, ya casi en su agonía final:
"¿Hay nada más hermoso? ¿No lo sabéis? ¡Qué ingenua sois, amiga, con vuestra sonrisa triste de enfermera! Vais a pensar que estoy loca, pero ¡bah!, no me importa. Más hermoso que el hombre fuerte, grácil y vistoso; más hermoso que verlo caminar y que oírle hablar es poseerlo... Dulce, cautelosamente, con miedo de que entre nuestros brazos se rompa su bravura, ese silencio que recubre su espíritu como un ungüento..."
A ver, a mí me salen nueve voces narrativas:
Eliminar- los seis pacientes principales
- otro ex-paciente que se cartea con la del 103
- el narrador propiamente dicho (del Intermedio)
¿Dónde están las otras cuatro? Glup.
Ángel:
EliminarHay dos narradores diferentes en el Intermedio:
- un narrador en tercera persona omnisciente;
- y un narrador en primera persona.
El narrador en primera persona aparece súbitamente y de manera rotunda en la última sección del Intermedio:
"Yo tengo un primo que se llama Antón..."
Por su parte, el narrador en tercera persona no es un narrador en tercera persona al uso. Tiene un característica muy singular, propia de Cela (lo veremos también en "La colmena"). Este narrador no solo narra objetivamente, sino que, de vez en cuando, interpela directamente al lector, de manera sorprendente:
"El cocinero de alto gorro blanco y abultado vientre, el mismo cocinero que —¿no se acuerdan ustedes?— padece de reuma y se pasea por el sendero en las claras noches de agosto..."
A estas voces, y ya van 10, se unen estas otras tres:
- el autor de la obra, hecho personaje: C.J.C.
- w.L. (el amigo de C.J.C)
- la tía de C.J.C., Katherine.
Y tenemos 13.
Estoy de acuerdo con Ramón J. en su apreciación de la carta que llega tarde: "Querido amigo: Es inútil esa reiterada insistencia. De forma bien clara te lo he dado a entender. No tengo por qué uncirme na un carro ardiendo ni por qué embarcarme en un buque que hace agua.
ResponderEliminarSi algún día te quise, olvídalo. Te saluda A." Que putada, tremendo.
Particularmente, me encanta la estructura del libro, con las dos frases opuestas que dan continuidad temporal al vivir monótono de los enfermos y que sirven de entrada y de salida a la obra:
ResponderEliminar"Cuando el ganado se va, escapando de la sequía que ya empieza a agostar los campos y a hacer duros los pastizales, y se lleva lejos, por la montaña arriba, la leche y la carne, en el pabellón de reposo los enfermos siguen echados en sus chaise-longues, mirando para el cielo, tapados con sus mantas, de las que en este tiempo ya empiezan a sacar los brazos, pensando en su enfermedad."
Y:
"Cuando el ganado vuelve, escapando de las nieves que ya empiezan a cubrir los campos y a hacer difíciles los pastizales, y se trae desde lejos, desde muy lejos, por la montaña abajo, la leche y la carne, en el pabellón de reposo los enfermos siguen echados en sus chaise-longues, mirando para el cielo, tapados con sus mantas, de las que en este tiempo no se atreven a sacar los brazos, pensando en su enfermedad."
Soberbio.
Si somos coherentes con nuestra lectura, sería el 52 (detrás de cuyo personaje está el propio Cela) quien cierra la novela, ya que retoma, en sentido opuesto, el inicio del capítulo I. Esto dota de circularidad a la novela: es quien la abre, el que la cierra. Todo encaja armónicamente en el texto.
EliminarPoco más me queda por añadir. En primer lugar agradecer al Sr Barbusse la elección de esta obra, me ha parecido magistral y he disfrutado muchísimo con ella.
ResponderEliminarAl igual que a algunos de mis compañeros, me parece una obra sobrecogedora, pero no deprimente, todo lo contrario, es una obra llena de optimismo, un canto a la vida.
Estoy totalmente de acuerdo con que el ser humano sólo valora las cosas cuando las pierde, la salud, el amor..., y como muy bien se ha dicho ya, da igual que lo sepamos, da igual que nos repitan: aprovecha la vida, disfrútala..., al final, se nos olvida, es condición humana, y yo tampoco sé si tiene remedio.
Es muy difícil elegir una frase, yo me quedo con el libro entero, pero por citar alguna, una frase del enfermo de la habitación 11, por lo sobrecogedora que me parece: "La vida es bella al tiempo que cruel. Más bella cuanto más difícil y fatigosa. Me paro a contemplarla en mis azules venas transparentes y la veo marchar veloz, vertiginosa, hierática e impasible como una sacerdotisa destinada al sacrificio"; o este otra frase, también del enfermo número 11, por real: "El tiempo pasa; la juventud se marcha de la mano del tiempo".
De nuevo, gracias al Sr Barbusse por brindarnos la oportunidad de conocer esta obra maestra.
Saludos a todos
Me alegra mucho que -como tantas otras veces- sean lectores valientes y sin prejucios. Para eso se hacen estos Otoños y este blog: para resistir al dominio de lo consabido, al imperio de la imbecilidad diseminada. Para no pasar por el aro. Para comprobar por ustedes mismos.
EliminarEspero que reaccionen de otra manera cuando oigan a un tonto de capirote decirles que Cela es ese señor grosero que salía por televisión, al que le gustaba decir tacos y que escribió Pascual Duarte o algo así.
En España hay mucha afición a esto de los tontos de capirote, hay que andarse con ojo. Los hay muy camuflados, incluso ovacionados(ya se sabe: en el país de los ciegos, el tuerto...). Lo peor no es que los haya, sino que suelen ser muy contagiosos. Y encima con esto de las redes sociales, ya ni te cuento.
La novela anima a luchar por vivir y disfrutar del momento: aprovechemos el instante ahora que, probablemente, ya por instantes tendremos que contar. Pero también despierta la compasión, incluso la ternura, por unos personajes que, aún siendo entelequias, sufren y ven como la vida se les escapa entre los dedos. Peor, entre esputos de sangre. ¿No es enternecedor ese cínico banquero, conmovido por la fidelidad de su mujer —a la que ha engañado— y su hija? A lo mejor en su conjunto no produce un efecto deprimente, pero escogidas una a una, por separado, ante todas esas imágenes de sufrimiento, muerte y desesperación, es difícil no sentir cierta angustia. Pienso especialmente en esa carretilla herrumbrosa: y en ella un hombre muerto.
ResponderEliminarSobre la segunda cuestión, saco a colación una de mis citas preferidas (seguro que conocéis su procedencia):
"Hay un éxtasis que señala la cúspide de la vida, más allá de la cual la vida no puede elevarse. Pero la paradoja de la vida es tal que ese éxtasis se presenta cuando uno está vivo, y se presenta como un olvido total de que se está vivo. Ese éxtasis, ese olvido de la existencia, alcanza al artista, convirtiéndolo en una llama de pasión. Alcanza al soldado, que en el ardor de la batalla ni pide ni da tregua, y alcanzó a Buck que corría al frente de la jauría lanzando el atávico grito de los lobos y pugnando por atrapar la presa que huía a la luz de la luna."
Cuando uno vive de verdad no se detiene en valoraciones, para vivir no hace falta entender. El ser humano comprende, precisamente cuando esa vida le va a ser arrebatada y es consciente de su condena, puede ser a través de una enfermedad penosa y destructora como la tisis, la muerte de un familiar o de otras cien maneras.
Escojo las que han sido capaces de expresar con mejores palabras alguno de mis pensamientos o estados de ánimo:
"No me quisiera morir sin ir de nuevo a todos los sitios por donde pasé alguna vez y poderles decir: adiós…Yo os amo a todos; yo me voy a morir, pero soy feliz porque os veo y os hablo otra vez, porque os puedo tocar otra vez" (52).
"Es una lucha lenta, sorda y despiadada la que sostengo con mi memoria; lenta, sorda y despiadada y amarga como mi agonía"(40).
Y este fragmento me parece magistral; dicen que escribir es como pintar, en ese caso Cela es Velázquez:
"Tosí un poco, muy poco. Noté un calor que me abrasaba el pecho, un extraño regusto en la boca; noté que las fuerzas me faltaban, que los espejos del salón giraban alrededor… Pasó un instante, brevísimo. La boca se me llenó de sangre… Mi traje de organdí azul celeste, con el que tan mona estaba, según mi pobre caballero de aquella noche, según el pobre buen muchacho que mudó de color cuando me oyó tose, se quedó salpicado de borbotones de sangre… en el parquet encerado del salón, un charco de sangre quedó como señal del mundo que dejaba, del mundo que en momentos de pesimismo me parece que jamás volveré a habitar."
Saludos
La novela toda está llena de observaciones, de delicados pasajes, de una sublimación de la realidad asombrosa. Parece mentira que Cela tuviese 27 años cuando escribió esta obra, con tal carga de madurez y de conocimiento del ser humano, de visión de vida.
EliminarEn ese último pasaje que citas, Gerardo, se recogen además dos elementos sobrecogedores: 1) la fragilidad de la línea que separa el estar sano del estar enfermo, y lo rápido que eso sucede, a veces en un simple instante (como aquel personaje de "La hermana", de Marai, otra obra excepcional, que se incorpora levemente del sofá para coger un vaso de agua de la mesilla y clic, ahi, de pronto, en cuestión de un segundo es consciente de que está enfermo); y 2), la plena y clara consciencia de que el mundo se ha escindido en dos, el mundo de los sanos y el de los enfermos, un mundo aparte, incomprendido e intolerado.
Impresionante obra La Hermana. Es también estremecedora y guarda cierta relación con Pabellón en el sentido de la perspectiva del enfermo.
EliminarPersonalmente a mí no me llama al optimismo. En la ėpoca en la que estamos realmente me da una idea de lo que debió de ser el tratar esta enfermedad sin medios. En la que, efectivamente mucha gente esperaba a la muerte. Sí, queda claro el mensaje de aprovechar el momento. Sí que a veces no valoramos lo suficiente el estar vivos y sanos. Lo cual me parece genial,ya que sería una tortura para nuestra mente dar vueltas a lo que nos podía llegar a suceder, lo sé bien. Casi mejor no pensarlo.
ResponderEliminarNo creo que el ser humano tenga que perder algo para llegar a valorarlo. Ya lo comentė en mi actividad. Podríamos hablar en general. Hay gente que valora lo que tiene y si pierde, recuerda lo bien que estuvo todo hasta ahí. Y hay personas que han vencido ya varias duras batallas. Que saben que pueden volver.
Me gusta el fragmento que se va repitiendo de la carretilla y el jardinero.
Un saludo!
No me ha publicado el fragmento que comentaba. Es un trozo que me gusta, y al mismo tiempo me entristece por lo que significa.
ResponderEliminar“La carretilla marchaba por el sendero, entre los pinos, bordeando el barranco, arrimándose al arroyo, en el que se reflejaba la luna, impasible y fría como la imagen misma de la muerte. La empujaba el jardinero, el pelirrojo jardinero, que canta en voz baja cuando poda los geranios o los rosales.
Cuando marcha cuesta arriba dice «¡Hooop!», y la carretilla, con su rueda de hierro que salta sobre los guijarros, responde con el agudo chirrido del eje sin engrasar, que después se pierde, rebotando de piedra en piedra, monte arriba.”
Es un recurso usado por Cela en otra novelas, como en "Mazurca para dos muertos", donde la rueda de un carro de bueyes y la lluvia constante e implacable son recursos para simbolizar el ciclo vital, el eterno fluir del tiempo y la insignificancia de nuestras vidas.
EliminarAhora que leo las demás respuestas, veo que había elegido el mismo fragmento que Ines, aunque esto no lo hablamos previamente.
ResponderEliminarLa verdad es que cada vez que se repite la coda de la carretilla, me parece verla a lo lejos, con el horrible chirriar de la rueda y el ataúd que se tambalea. Una imagen oscura en el exterior, mientras la vida de los enfermos transcurre entre paredes y muebles blancos.
Lo del optimismo me cuesta más verlo. Estar enfermo y leer eso no debe animar en absoluto. Sí que resulta positivo para los que no están enfermos y se dan cuenta de que la vida es breve y que la linea que divide la salud de la enfermedad es tremendamente delgada.
Disfrutemos de ella.
Gracias por su parte, Sr. Barbusse.
Helena, desde luego no para el enfermo, pero sí para el que no lo está. Es a éste al que Cela le ofrece esta muestra del valor purificador, aleccionador, catártico del arte. El arte como instrumento para que el hombre aprenda o, al menos, sepa quién es, qué le espera, qué se espera de él. El arte como guía de vida. En resumen, la literatura como un hecho moral, que también hemos visto en el bloque I.
EliminarBuenas tardes,
ResponderEliminaresta es mi pequeña aportación:
1.Si estoy de acuerdo. Entre los temas de la novela se trata el recuerdo de la vida pasada, a la que todo apunta a que ya no se podrá volver, la soledad y con ella la muerte, el amor y el desamor. El amor, es quizás el gran elemento que sirve en la novela de contrapeso a la muerte y sin el cual todo sería muy pesimista y en cambio, produce optimismo cuando se lee. Las aventuras y romances entre unos, el rechazo de otros, los ensueños, sirven para llenar el vacío de la muerte.
2.En esta obra de arte refleja el choque del dolor con el vitalimo, como representación de la contrariedad de la propia vida, desde el dolor, la enfermedad, la lucha por vivir, también representa dos mundos el interior y el exterior: el interior marcado por la muerte, la enfermedad, el dolor, y el exterior marcado por la vida, tanto desde los personajes que no están enfermos, como desde la división de vida y muerte, entre el hospital y fuera de sus muros, que sólo se respira vida, e invade todo lo vivo.
Creo que a veces los quehaceres propios de la vida, hacen que descuidemos cosas tan importantes, como para no darnos cuenta, hasta el momento en que pasa algún acontecimiento duro en la vida.
Supongo que para poder poner remedio, lo primero que tenemos que hacer es concienciarnos y cambiar el estilo de vida.
3.Dejo constancia las que más han significado para mí:
Protagonista 37: … “¡Que feliz eres; aprovecha el instante! Y una, preocupada por ese instante, desaprovecha esa felicidad que se va también mucho más fácilmente de lo que nos creyéramos cuando la teníamos al alcance de la mano”…
Protagonista 14: … “El tiempo pasa; la juventud se marcha de la mano del tiempo; la esperanza de aleja batiendo sus alas, como una gaviota pescadora se pierde sobre las olas, camino de alta mar, y si la sonrisa se salva, como salva la alegría de haberlo cometido la hiel del primer pecado, Dios nos obsequia conservándonos la juventud, la sana y arrogante juventud, que en su insipidez tiene su encanto más florido”….
…. “Un solo golpe de dados, dice el refrán, jamás abolirá el azar”…
… “Los últimos instantes de los tuberculosos como han querido presentárnoslos dos poetas románticos. Se sufre más a última hora, bastante más de lo que han querido hacernos creer, y en anhelo de vivir, el ansia de no conformidad que surge cuando vamos llegando al final, nos produce una angustia inaudita, que solo sirve para ayudarnos a sumar nuevos sufrimientos”…
Protagonista 40: … “Es difícil andar ya andar, como sin rumbo, girando externamente en redondo, como una peonza maldita, condenada al mareo para toda la eternidad”…
Protagonista C o 11: … “Estoy candado de todo menos de vivir, Y de tu amor, que es tan lejano que ya ni me cansa”…
Protagonista 103: …. “La muerte llama, no a uno, a todos los hombres y a las mujeres todos, sin olvidarse de un solo - ¡Dios, qué fatal memoria!-, y los que por ahora vamos librando, saltando de bache en bache como mariposas o gacelas, jamás llegamos a creer que fuera con nosotros, algún día, su cruel designio”...
Un saludo y buen fin de semana!! :)
Séneca, el estoicismo, está detrás de esas últimas palabras que citas, Remedios. Para Séneca, vivir se asemeja a tener unas monedas en el bolsillo. Sabes que las tienes, las palpas, suenan, pero no sabes cuántas monedas te quedan exactamente. Hay que ser consciente de ello.
EliminarReconociendo la intención realmente vitalista de la obra, su amor por la vida, creo que la profunda lucidez que impregna la novela de principio a fin podría llegar a provocar el efecto contrario en el lector, o al menos así ha sido en mi caso.
ResponderEliminarUn aspecto especialmente angustioso del tema, que aparece regularmente, es la indiferencia del mundo, de los sanos, de la naturaleza, acerca del sufrimiento y la muerte. Esta indiferencia puede llegar a convertirse en crueldad -recordemos las carcajadas de las enfermeras a costa del pobre enfermo que murió en calcetines, o la brutal carta de la prometida del enamorado- y me ha traído a la memoria imágenes nes de La muerte de Iván Ilich, de Tolstoi, en las que la vida continúa implacable alrededor del moribundo mientras este se apaga lentamente. Angustiosa también la cantinela de la carretilla, que acelera el fin de los protagonistas a lo largo de la segunda parte.
“La vida escapa a buscar el mismo calor que la alimenta, y los que nos quedamos con escasa vida, rodeados de los fríos y de las tristezas que ya se anuncian, temblamos al pisar la húmeda tierra, la verde carretilla, las violetas que crecen tímidas sobre las tumbas.
Menos mal que la ternura de Cela nos ofrece oasis líricos que, ahora sí, son bálsamos de Fierabrás para el alma:
“A los muertos no se les debiera enterrar: es cruel. Se les debiera dejar en los húmedos y verdes prados, a la orilla de los alegres riachuelos, recubiertos con un tul o con una gasa para que las mariposas no les molestasen.”
Un cordial saludo
Es un recurso muy característico y original de Cela ese que comentas: la indiferencia ante el sufrimiento o el dolor de los otros. Aquí el procedimiento está en su germen, pero luego lo usará mucho en su novelística posterior. De ahí que lo hayan llamado, equivocadamente, escritor cruel. En realidad, es todo lo contrario: se sitúa del lado del cruel para precisamente impactar al lector, para removerlo, para que sea testigo del espanto, sin filtros, sin ni siquiera el amparo o la solidaridad del narrador. Es el juego de paradojas que hemos estudiado en el bloque I.
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