Hasta siempre

Shssss, Barbusse duerme.

Ya saben que no me gustan las despedidas. Por eso preferí anticiparme y decirles lo que tenía que decirles (y ustedes también a mí) en esta entrevista, hecha justo antes de la Lectura ilustrada de Walden, que ahora acaba. Esta será, por tanto, la primera y única entrada del blog en la que no están admitidos los comentarios.

Hoy dejo para siempre este infierno. Siento mías aquellas palabras de Thoreau al irse de Walden:

“Abandoné los bosques por una razón tan buena como la que me trajo a ellos. Me pareció que quizá tenía otras vidas que vivir y que no podía dedicar más tiempo a ésta. Es llamativa la facilidad e insensibilidad con la que tomamos un determinado camino y lo convertimos en un sendero trillado”.

Difícilmente puede decirse de un modo más impreciso y, al mismo tiempo, más exacto. Cuando hay caminos trillados, ya nada hay que asombre en ellos, me refiero para el que invita a recorrerlos, para el que los propone. No hay ese afán que motiva, esa chispa que invita. Y entonces, donde había placer, hay deber. Y deber y placer son mal aliados. 

Seguiré (con el fiel Duvenand) en mi cabaña de Kufstein, en una vida de absoluto retiro, rodeado de árboles y libros. No podría vivir sin árboles. Ni sin libros. Los libros hacen que mi vida sea navegable.

Cuídense. Y no lean muchas porquerías. Las justas. Y si lo hacen, háganlo deliberadamente.

Les dejo un precioso poema de Vladimir Holan, titulado Resurrección. Con él les digo hasta siempre. Gracias por su atención e intención. ¡Quién sabe si algún día nuestros caminos volverán a cruzarse! 


¿Que después de esta vida tengamos que despertarnos un día aquí
al estruendo terrible de trompetas y clarines?
Perdona, Dios, pero me consuelo
pensando que el principio de nuestra resurrección,
la de todos los difuntos,
la anunciará el simple canto de un gallo...

Entonces nos quedaremos aún tendidos un momento...

La primera en levantarse
será mamá... La oiremos
encender silenciosamente el fuego,
poner silenciosamente el agua sobre el fogón
y coger con sigilo del armario el molinillo de café.
Estaremos de nuevo en casa.