Wilde, de nuevo y siempre
Perderse por la prosa de Oscar Wilde es una de las más placenteras experiencias literarias a las que un lector puede aspirar. Su lucidez intelectual y, al mismo tiempo, la simplicidad con la que expresa esa lucidez, nos aborda y nos sorprende siempre. Es por esto que su literatura es tan fresca y no ha envejecido. Borges lo dijo muy bien cuando afirmó que su obra "pudo haber sido escrita esta mañana". Es cierto que su fama se debe fundamentalmente a su obra de ficción (su novela El retrato de Dorian Gray, sus obras de teatro, sus Cuentos), pero hay otra faceta de Wilde, no tan popular aunque él le concediera gran
importancia: su labor como ensayista y crítico, que nos ayuda a
completar la imagen del narrador y dramaturgo. Los de Valdemar, que están editando todo Wilde, acaban de publicar el volumen Intenciones, bajo cuyo título el escritor dublinés reunió en 1891 cuatro ensayos: La decadencia de la mentira, Pluma, pincel y veneno, El crítico como artista, y La verdad de las máscaras. En ellos, un brillante Wilde da muestras de su predilección por la
paradoja y el contrasentido, por la ironía y las máscaras. En estas
Intenciones conoceremos al Wilde erudito, al académico de Oxford, al
helenista y excelente conocedor de Platón y Aristóteles, al amante de
Shakespeare, al obsesivo lector de La Divina Comedia de Dante, así como al crítico interesado en las corrientes literarias y artísticas de su tiempo. Y, por supuesto, al Wilde que nos regala píldoras lumínicas -con garantía de la casa- como estas:
"Sólo podemos dar una opinión imparcial sobre las cosas que no nos interesan, y ésta es, sin duda, la razón por la cual una opinion imparcial carece siempre y en absoluto de valor."
o
"¿No existen libros que pueden hacernos vivir en una hora más que la vida en veinte años afrentosos?"
o
"El hombre es lo menos posible él mismo cuando habla en persona. Déle pues un antifaz, y dirá la verdad."
o
"Las cosas fáciles de comprender son las únicas que no valen la pena de contemplarse."
Lo dicho. Ya en sus librerías esta auténtica Valdemariscada.
La edición bilingüe de "El crítico como artista" (Madrid, Cuadernos de Langre, 2002) es un regalo que llevo años queriendo hacerme a mí misma y que no termino de concederme. El ejemplar de la biblioteca de mi barrio lo desgasté yo solita... Es toda una lección para los que nos apasiona el oficio de la escritura y, más concretamente, el de la crítica.
ResponderEliminarSiempre magnífico este Wilde.
Saludos desde la montaña.
Ya me gustaría a mí, María, leer a Wilde en su idioma original. He de conformarme con los traditores. ;)
EliminarEl retrato de Dorian Gray a pesar de su fama nunca me ha gustado, en cambio siempre me ha gustado su teatro, que me parece magnífico y actual.
ResponderEliminarun saludo.
Este que comentas no lo conozco pero lo voy a buscar.
un saludo.
Coincido contigo en lo del teatro.
EliminarEn cuanto a Dorian Gray..., pero si es la mejor obra que se ha escrito sobre la no resignación a perder la juventud, y sobre la apariencia y lo que ocultamos, y sobre la belleza y la identidad, una especie de Fausto con ambiente victoriano. Bueno, sé que no te voy a convencer. :)
Saludos.
Lo de Valdemar desde luego es para ponerle un monumento. Ahi están, ante lo que está cayendo, publicando maravillas. Sin dejar a Wilde, sus Cuentos completos, que editaron en su colección Club Diógenes, en tapa dura, es una gozada. Y ahora este 'Intenciones' que comentas tiene una pinta excelente. Vas a arruninar mi paupérrima econocmia.
ResponderEliminarSaludos.
Desde luego, Valdemar es otra de las editoriales que están ahí continuamente renovándose y apostando por la calidad. Aparte de su línea gótica y de terror, destacar las grandes apuestos por lo clásicos como Proust, Wilde, Melville, etc.
EliminarY la nueva colección en tapa dura Club Diógenes es sensacional, y con títulos espectaculares: Drácula, Alicia en el país de las maravillas, La isla del tesoro, El monje, y la que tú comentas de los cuentos completos de Wilde. Sin duda, Valdemar es un lujo para los lectores de habla española.
Un saluido.