«Pero no sirve de nada haber desechado los motivos de la aflicción particular: pues no pocas veces nos
invade el odio al género humano. Cuando
piensas qué rara es la sinceridad y qué
ignoradas la inocencia y la lealtad, salvo en contadas ocasiones, sólo si interesa, y te viene a las
mientes tanta cantidad de crímenes
afortunados y las ganancias y las pérdidas del placer, odiosas por igual, y la
ambición, que no se contiene dentro de sus límites, hasta tal punto que resplandece
por medios infames, tu ánimo se adentra en la noche y, como si se hubieran desgajado las virtudes,
que ni es posible aguardar ni es útil poseer, se hace la oscuridad. Así pues, hemos
de tender a que todos los vicios del vulgo no nos parezcan odiosos, sino
risibles, y a imitar a Demócrito antes que a Heráclito. Pues éste, cada vez que
se presentaba en público, lloraba, aquél reía; a éste todo lo que hacemos le
parecía una desgracia, a aquél una estupidez. Hay que restarle importancia a todo y
aguantarlo con una actitud optimista: es más humano reírse de la vida que
reconcomerse por ella. Añade el hecho de
que también merece más agradecimiento por parte del género humano quien lo toma
a risa que quien lo lamenta: aquél le deja alguna buena esperanza, éste, en
cambio, deplora neciamente las cosas que desconfía de que se puedan corregir; y
para quien contempla todo en conjunto, demuestra más grandeza de espíritu el que
no contiene su risa que el que no contiene sus lágrimas, dado que remueve un
sentimiento muy superficial del espíritu y entre tanto decorado nada considera
importante, nada grave, ni siquiera lamentable. Que cada cual se plantee una por
una las razones por las que estamos contentos y tristes, y se percatará de que
es cierto lo que Bión dijo, que todos los actos de los hombres son muy
semejantes en sus comienzos, y que su vida no es más sagrada o más seria que
la de un feto, que ellos, como han nacido de la nada, se ven reducidos a la
nada.»
(De Sobre la tranquilidad del espíritu. Séneca. Trad. de Juan Mariné Isidro. Ed. Gredos.)
Es curioso comprobar como el pensamiento humano no cambia en el fondo sin importar en que siglo se hizo la reflexión.
ResponderEliminarUn saludo.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Y cada día ocurre mas ante las cosas que vemos y oimos.
EliminarMariuca, Antonio Luis: por esa razón los más clásicos nos deslumbran y nos hacen esbozar una escéptica sonrisa hacia el ser humano, a partes iguales.
EliminarSaludos.
Cuánta razón... A mi me pierde el lamentarme, que es, efectivamente, actitud que no produce nada, ni soluciones ni alivio... Gracias por el párrafo, me lo voy a copiar y poner cerca del escritorio.
ResponderEliminarUn saludo.
Por eso se dice, javi, que el humor es la forma más alta de inteligencia.
EliminarMe alegra verte de nuevo por aquí.
Saludos.