El túnel, de Ernesto Sábato






«Cada vez que María se aproximaba a mí en medio de otras personas, yo pensaba: "Entre este ser maravilloso y yo hay un vínculo secreto" y luego, cuando analizaba mis sentimientos, advertía que ella había empezado a serme indispensable (como alguien que uno encuentra en una isla desierta) para convertirse más tarde, una vez que el temor de la soledad absoluta ha pasado, en una especie de lujo que me enorgullecía, y era en esta segunda fase de mi amor en que habían empezado a surgir mil dificultades; del mismo modo que cuando alguien se está muriendo de hambre acepta cualquier cosa, incondicionalmente, para luego, una vez que lo más urgente ha sido satisfecho, empezar a quejarse crecientemente de sus defectos e inconvenientes. He visto en los últimos años emigrados que llegaban con la humildad de quien ha escapado a los campos de concentración, aceptar cualquier cosa para vivir y alegremente desempeñar los trabajos más humillantes; pero es bastante extraño que a un hombre no le baste con haber escapado a la tortura y a la muerte para vivir contento: en cuanto empieza a adquirir nueva seguridad, el orgullo, la vanidad y la soberbia, que al parecer habían sido aniquilados para siempre, comienzan a reaparecer, como animales que hubieran huido asustados; y en cierto modo a reaparecer con mayor petulancia, como avergonzados de haber caído hasta ese punto. No es difícil que en tales circunstancias se asista a actos de ingratitud y de desconocimiento.

Ahora que puedo analizar mis sentimientos con tranquilidad, pienso que hubo algo de eso en mis relaciones con María y siento que, en cierto modo, estoy pagando la insensatez de no haberme conformado con la parte de María que me salvó (momentáneamente) de la soledad. Ese estremecimiento de orgullo, ese deseo creciente de posesión exclusiva debían haberme revelado que iba por mal camino, aconsejado por la vanidad y la soberbia.»

Releo estos días El túnel de Sábato (o Sabato, nunca lo supe bien) y confirmo lo que ya pensaba hace veinte años, cuando leí la obra por primera vez. Que es lúcida y enigmática. Que no ha terminado de decir todo lo que tenía que decir (usando la acertada expresión de Italo Calvino para referirse a los clásicos). Que habla de lo esencial, de lo que verdaderamente atañe al hombre en esta chispa de luz entre dos oscuridades que es nuestra vida.

¿Y qué es lo esencial? Paradójicamente, lo que no se puede expresar con palabras. Por eso Sábato se vale de lo fragmentario y de lo incierto, de lo anómalo y de lo subjetivo. Y se vale de un castellano penetrante y quirúrgico, préstamo de su racionalidad científica.

Razonar. He ahí la palabra. Razonar es lo que hace Castel. Hasta que el abismo le vence. Pero ¿se puede razonar lo que se siente, lo que se ansía? ¿Se puede razonar el deseo? ¿La inacabable, la agotadora tarea de aplacar el lacerante vacío con que nacemos?

Ay, Ernesto. Ernesto Sábato. Me quito el sombrero.

Imagen: Los amantes. Akseli Gallen-Kallela. 1917

Comentarios

  1. Es una obra maestra rotunda como pocas, a mi modo de ver. Todavía no entiendo cómo hay gente que se muestra tibia ante ella.

    Saludos

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  2. Estoy de acuerdo, es una obra que se queda en el subconsciente por mucho tiempo y que cada vez que vuelves a ella te dice cosas nuevas.

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  3. Sábato (con acento) es uno de los grandes y con tan solo tres novelas, por cierto. La frescura que tiene "El túnel" no la tienen, a mi juicio, las otras dos, "Sobre héroes y tumbas" y "Abaddón", y eso que considero "Sobre héroes" una obra maestra. Sin embargo me llega más su primera novela por el grado de intensidad que consiguió. Le agradezco que traiga aquí siempre buena literatura. Algunos buscamos literatura de verdad. Un saludo.

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    1. Yo no he leído las dos novelas posteriores de Sábato. En breve, me pondré con "Sobre héroes", de la que he leído maravillas.

      Me agrada que mi concepto de buena literatura (no para todo el mundo es igual) coincida con el suyo.

      Un saludo.

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  4. Una reseña diferente, sugerente y de altura intelectual, amigo. Como siempre este blog no defrauda. Sábato genial.



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    1. Diferente es probable.

      Sugerente, se intenta.

      De altura intelectual, depende de con quien compare.

      Gracias, de todas formas.

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  5. Hola. Sabato es sin tilde y llana. Así lo escribía él y así se titulaban sus libros hasta que saltaron el charco. Pasa igual que con Múgica Laínez. Él, y en su país, siempre se acentuó diferente (la transcripción fonética sería Mugíca Láinez). En fin, estas son ese tipo de cosas sin mucha trascendencia que entretienen.

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    1. Parece que el apellido es italiano (el padre de Sábato era italiano) y que lo escribía sin tilde.

      Otra cosa es cómo él (y los demás) lo pronunciaban: acentuando la primera a.

      En las ediciones de Seix Barral aparece sin tilde. En el resto, con.

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  6. En la línea de El extranjero de Camus y con sabor argentino. A mi también me encanta.

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    1. Para mí es una obra superior a "El extranjero" (con perdón de mi querido Albert).

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  7. Me impactó en su día. Y la tengo en la estantería de los principales. Por cierto, creo que Los Ídolos le harán compañía en cuanto la termine. Saludos.

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  8. Que conste que Los Ídolos vino a mi por recomendación de estas páginas.

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    1. ¿Ah si? Me alegro de que te hayan servido para descubrir ese pedazo de libro :))

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  9. Yo también me quito el sombrero. De hecho, ya me lo he quitado, aquí:
    http://antoniopriante.wordpress.com/2014/05/05/sabato-o-los-tuneles-del-alma-i/
    Coincidencias.

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  10. Sabato (se escribe sin tilde) decía que un escritor escribe un único libro toda su vida, que los demás son repeticiones, y que por eso no había que escribir mucho. El Túnel es maravillosa, como bien decís, en sus misterios, y creo que es un ensayo previo a Sobre héroes y tumbas, donde retoma muchas de las obsesiones que aparecen esbozadas en esta primera novela. Saludos.

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