Lectura ilustrada Don Quijote, II, caps. 64-66
Ilustración de José Luis Pellicer para la ed. de Barcelona, Montaner y Simón, 1880-1883 |
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A)
La imagen que se muestra arriba corresponde a la aventura que más pesadumbre da a don Quijote -y a nosotros, sus lectores- de cuantas le suceden en esta gran historia. Plasma el momento en que el Caballero de la Blanca Luna vence a don Quijote en la playa de Barcelona. A continuación se ofrece el texto que narra la escena, pero, al
transcribirlo, se han perdido por el camino algunas palabras y frases
del mismo. Localiza y completa los fragmentos que faltan:
«—Insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha, yo soy el Caballero de la Blanca Luna, cuyas hazañas quizá te le habrán traído a la memoria. Vengo a contender contigo, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso: la cual verdad si tú la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela; y si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfación sino que, dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego; y si tú me vencieres, quedará a tu discreción mi cabeza y serán tuyos los despojos de mis armas y caballo. Mira lo que te está mejor y respóndeme luego, porque hoy todo el día traigo de término para despachar este negocio.
Don Quijote quedó suspenso y atónito, así de la arrogancia del Caballero de la Blanca Luna como de la causa por que le desafiaba, y con reposo y ademán severo le respondió:
—Caballero de la Blanca Luna, cuyas hazañas hasta agora no han llegado a mi noticia, yo osaré jurar que jamás habéis visto a la ilustre Dulcinea, que, si visto la hubiérades, yo sé que procurárades no poneros en esta demanda; y, así, no diciéndoos que mentís, sino que no acertáis en lo propuesto, con las condiciones que habéis referido aceto vuestro desafío, y luego, y solo exceto de las condiciones la de que se pase a mí la fama de vuestras hazañas, porque no sé cuáles ni qué tales sean. Tomad, pues, la parte del campo que quisiéredes, que yo haré lo mesmo, y a quien Dios se la diere, San Pedro se la bendiga.
Habían descubierto de la ciudad al Caballero de la Blanca Luna y díchoselo al visorrey, y que estaba hablando con don Quijote de la Mancha. El visorrey, creyendo sería alguna nueva aventura fabricada por don Antonio Moreno o por otro algún caballero de la ciudad, salió luego a la playa, con don Antonio y con otros muchos caballeros que le acompañaban.
Viendo, pues, el visorrey que daban los dos señales de volverse a encontrar, se puso en medio, preguntándoles qué era la causa que les movía a hacer tan de improviso batalla. El Caballero de la Blanca Luna respondió que era precedencia de hermosura, y en breves razones le dijo las mismas que había dicho a don Quijote. Llegóse el visorrey a don Antonio y preguntóle si sabía quién era el tal Caballero de la Blanca Luna o si era alguna burla que querían hacer a don Quijote. Don Antonio le respondió que ni sabía quién era, ni si era de burlas ni de veras el tal desafío. Esta respuesta tuvo perplejo al visorrey en si les dejaría o no pasar adelante en la batalla; pero no pudiéndose persuadir a que fuese sino burla, se apartó diciendo:
—Señores caballeros, si aquí no hay otro remedio sino confesar o morir, y el señor don Quijote está en sus trece, y vuestra merced el de la Blanca Luna en sus catorce, a la mano de Dios, y dense.
Agradeció el de la Blanca Luna con discretas razones al visorrey la licencia que se les daba, y don Quijote hizo lo mesmo; el cual, encomendándose al cielo de todo corazón y a su Dulcinea, tornó a tomar otro poco más del campo, porque vio que su contrario hacía lo mesmo; y sin tocar trompeta que les diese señal de arremeter, volvieron entrambos a un mesmo punto las riendas a sus caballos, y como era más ligero el de la Blanca Luna, llegó a don Quijote a dos tercios andados de la carrera, y allí le encontró con tan poderosa fuerza, sin tocarle con la lanza, que dio con Rocinante y con don Quijote por el suelo una peligrosa caída. Fue luego sobre él y, poniéndole la lanza sobre la visera, le dijo:
—Vencido sois, caballero, y aun muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío.
Don Quijote, aturdido, sin alzarse la visera, con voz debilitada y enferma, dijo:
—Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra.
—Eso no haré yo, por cierto —dijo el de la Blanca Luna—: solo me contento con que el gran don Quijote se retire a su lugar un año, o hasta el tiempo que por mí le fuere mandado, como concertamos antes de entrar en esta batalla.
Todo esto oyeron el visorrey y don Antonio, y oyeron asimismo que don Quijote respondió que como no le pidiese cosa que fuese en perjuicio de Dulcinea, todo lo demás cumpliría como caballero puntual y verdadero.
Hecha esta confesión, volvió las riendas el de la Blanca Luna y, haciendo mesura con la cabeza al visorrey, a medio galope se entró en la ciudad».
B) Observa estas ilustraciones (solo para participantes inscritos) relativas a los tres capítulos leídos y elige para cada una de ellas un pie descriptivo adecuado de entre los que se ofrecen a continuación:
1. Don Quijote, desarmado y de camino, Sancho a pie, por ir el rucio cargado con las armas. 2. Y alcanzó a su amo, que a la sombra de un árbol le estaba esperando. 3. Seis días estuvo don Quijote en el lecho, marrido, triste, pensativo y mal acondicionado, yendo y viniendo con la imaginación en el desdichado suceso de su vencimiento. 4. Oyendo lo cual Sancho, dijo: “Tan de valientes corazones es, señor mío, tener sufrimiento en las desgracias como alegría en las prosperidades”. 5. Vio venir hacia él un caballero, armado asimismo de punta en blanco. 6. “Yo, señor don Quijote, soy Tosilos, el lacayo del duque mi señor, que no quise pelear con vuestra merced sobre el casamiento de la hija de doña Rodríguez”. 7. “Insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha, yo soy el Caballero de la Blanca Luna”. 8. Con una silla de manos que mandó traer el visorrey, le llevaron a la ciudad. 9. “¡Aquí fue Troya!” 10. Aquella noche la pasaron amo y mozo en mitad del campo, al cielo raso y descubierto. 11. Poniéndole la lanza sobre la visera, le dijo: “Vencido sois, caballero, y aun muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío”. 12. Dio con Rocinante y con don Quijote por el suelo una peligrosa caída. 13. Siguió don Antonio Moreno al Caballero de la Blanca Luna, y siguiéronle también, y aun persiguiéronle, muchos muchachos, hasta que le cerraron en un mesón. 14. Levantaron a don Quijote, descubriéronle el rostro y halláronle sin color y trasudando. 15. “Bien has dicho, Sancho: cuélguense mis armas por trofeo, y al pie dellas o alrededor dellas grabaremos en los árboles lo que en el trofeo de las armas de Roldán estaba escrito”. 16. Y en buena paz y compañía despabilaron y dieron fondo con todo el repuesto de las alforjas. 17. En esto estaban, cuando entró don Antonio, diciendo con muestras de grandísimo contento: “¡Albricias, señor don Quijote, que don Gregorio y el renegado que fue por él está en la playa”.
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Apunte gráfico (solo para curiosos) ver
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